--¿Qué falló para que el desarrollo urbano no hubiese sido más racional y sin la escalada de precios que se produjo?

--Había unas reglas del juego que eran el plan general de ordenación urbana. Bueno o malo, ese plan eran las reglas para todos. Por eso no tenía sentido que con un plan recién aprobado se empezasen a hacer modificaciones puntuales para facilitar la ejecución de miles de viviendas con el consiguiente pelotazo para el dueño del terreno. El valor de adquisición de un suelo que se había comprado a precio de patatal se incrementaba cuarenta o cincuenta veces en menos de dos años.

La actividad de promoción y de construcción es positiva porque genera riqueza, pero la especulación, que está prohibida, no lo es. Además se creaba un agravio comparativo con promotores y propietarios de suelo que estaban dentro del plan de urbanismo. Con los planes generales de urbanismo se redistribuye la riqueza que se genera con la edificabilidad que se da al suelo, pero entonces esa edificabilidad se entendió como bien económico, no como bien público, que es lo que es.

A todo lo anterior se sumó que el precio de la vivienda no bajaba, se convirtió en un bien refugio, había una bolsa de población que no tenía acceso a la vivienda, bien porque no podía acceder a la de renta libre por su alto coste o porque no reunía las condiciones para optar a una vivienda de promoción pública, y además al final se ha creado una gran superficie urbanizada, sin población y que supone más costes para el ayuntamiento. Con el desarrollo urbanístico de la última década hemos pagado todos el beneficio de unos pocos.

--¿Qué decisiones de aquella época, en la que se empezaban a desarrollar los planes de los nuevos polígonos de la ciudad, no compartió?

--Creo que no compartí casi todas, sobre todo las que eran reclasificaciones que favorecieron la especulación urbanística pura y dura sin trabajo. El plan de entonces no era una maravilla, se tenían que acometer modificaciones, pero no como se hicieron, no en función de la distribución de la propiedad, sino de las necesidades que tenía la ciudad. Hasta hubo decisiones de la Junta, entonces del mismo partido, que generaron bolsas aisladas de viviendas y que no compartimos ni en nuestro grupo municipal ni en el anterior con Victoriano Roncero al frente.

--Entró en la Consejería de Fomento cuando se empezaba a desarrollar el programa especial de viviendas de 60.000 euros, que después ha tenido problemas al retirarse la financiación de los bancos, ¿ha sido un acierto o un fracaso el programa 60.000?

--Fue un acierto, pero una cosa fue como empezó y otra como acabó, no debió terminar como lo ha hecho. Cuando se pensó en el programa no había viviendas para un sector de la población, la clase media, y la administración tenía que actuar.

La mejor opción era hacerlo dentro del suelo urbano, pero los ayuntamientos tenían que participar, aportando suelo urbano público, sin embargo en los consistorios gobernados por el PP, como en el de Cáceres, recibimos la callada por respuesta porque se prefería especular con el terreno antes de dar una solución a un problema de la población.

El terreno que nos ofrecieron en Cáceres era insuficiente para las necesidades que había, por eso hubo que tomar decisiones que desde el punto de vista urbanístico no eran las mejores, pero nos habíamos comprometido a dar una solución y además se exigió a los propietarios de los terrenos garantías de que el suelo se iba a destinar a vivienda de promoción pública, ya que si no era así volvería a ser rústico.

Si el programa se hubiese seguido de forma inmediata, tal y como se planteó desde un principio, cubriendo solo las necesidades detectadas, sin entrar en competencia con los promotores privados, no le hubiese alcanzado los problemas de financiación, se habría acometido antes de que estallara la burbuja inmobiliaria. Pero se aumentó la previsión de vivienda, no sé por qué, y eso lo ralentizó.

--¿Por qué no siguió en la siguiente legislatura?

--Manifesté desde un principio mi intención de no seguir, no vi posibilidades de desarrollar el modelo de ciudad del partido por las circunstancias económicas, políticas y orgánicas de ese momento. En cualquier caso quien decide la lista es el partido. Cuando yo entré en la lista en las elecciones de 1999 me enteré por internet, estaba fuera del país. Yo fui en una candidatura que encabezó Victoriano Roncero, que era el alcalde que Cáceres necesitaba, una persona de prestigio, que venía de la calle y conocía las necesidades de la ciudad.

--¿Cómo lo está haciendo el actual gobierno local y cómo lo está haciendo el grupo municipal socialista en la oposición?

--El PSOE está haciendo lo que puede dentro de lo que le dejan porque muchas de las decisiones ya no son competencia del pleno, sino de la junta local de gobierno, eso quita a la oposición capacidad de participación e impide que los ciudadanos se enteren de lo que el gobierno hace y deja de hacer. En cuanto a cómo lo está haciendo el gobierno, la pregunta es si está haciendo algo. Es cierto que la actual situación económica es una limitación, pero es que en la gestión política no todo es tener recursos. Hay actuaciones, como la construcción de aparcamientos, en las que con una iniciativa público-privada se pueden acometer sin necesidad de que la administración adelante la financiación. Durante la anterior legislatura se contaba con una propuesta de aparcamiento ya iniciada, que no se retomó por la actual corporación, ya que se prefirió trabajar con una nueva y ya ha transcurrido más de un año y medio de legislatura sin que se haya puesto la primera piedra del aparcamiento.

--¿Qué recuerdos se llevó de su paso por la corporación y qué recuerdos prefiere olvidar?

--Me llevo el recuerdo de mi compañero Carlos Guardiola y la de un grupo que, pese a lo difícil que lo tenía, supo trabajar en cada una de las áreas en las que nos dividimos el trabajo, una labor que tuvo su repercusión en la ciudad, que llegó a crear conciencia. Lo peor fue el juego sucio, la mezquindad de quienes en el gobierno del PP no eran capaces de desarrollar una idea en condiciones.