La muerte súbita es una forma de muerte natural debida a causas cardíacas; muchas veces a una enfermedad de las arterias coronarias inesperada en el tiempo. De hecho, muchos de los que la sufren, nunca han experimentado ningún síntoma de enfermedades del corazón.

Cuando aparece, se produce por una arritmia que se denomina desfibrilación ventricular, que lo que provoca es que el corazón deje de contraerse. «Si esto ocurre, lo primero que sucede es que desaparece el pulso, inmediatamente después, si no hay pulso y no llega sangre al cerebro, el individuo pierde la conciencia y se cae y al final deja de respirar. Si no se hace nada, el paciente muere en poco tiempo. La suerte que tenemos es que este proceso tiene un tratamiento eficaz, que es la desfibrilación», indica el jefe de la Sociedad Extremeña de Cardiología, José Javier Gómez Barrado.

El cardiólogo incide en que el pronóstico de la muerte súbita es «nefasto» porque, si no se hace nada para prevenirla, muere el 100% de las personas. «El resultado satisfactorio del uso del desfibrilador es proporcional al tiempo que tardemos en empezar la reanimación y desfibrilar, es decir, cada minuto que pasa sin desfibrilar se pierde un 10% del paciente, por lo que en diez minutos tenemos una mortalidad del 100%. Así, quien esté más cerca es quien debe empezar la reanimación y el que debe avisar a alguien para que salga corriendo para traer el desfibrilador desde donde esté y usarlo cuanto antes», insiste Gómez Barrado.

De ahí la importancia de que cada vez un mayor número de población esté formada en primeros auxilios y en el manejo de estos aparatos. Así como de publicitar el lugar en el que se encuentran los desfibriladores en cada localidad para que, cuando ocurra un episodio de muerte súbita, las personas que estén alrededor puedan reaccionar y salvar esa vida. H SIRA RUMBO