Algunos políticos hablan de la necesidad de encajar a Cataluña en España. Me parece que la cuestión está mal planteada desde su enunciado porque en realidad de lo que se trata es de encajar a unos tres millones de catalanes (suponiendo que hasta los niños de pecho sean independentistas). Para ello proponen hacer los cambios necesarios en el Estatuto y en la Constitución. Como es obvio habrá que preguntarse si esos cambios van a desencajar a los más de tres millones de catalanes que no son independentistas y a los cuarenta millones de españoles restantes, porque es inevitable que se les concedan competencias que ahora no tienen y por lo tanto repercutirán en la merma de los demás. Los privilegios de los que ahora gozan se les concedieron durante la transición en unos momentos concretos mediante un pacto para que «no se suban al monte» y se aceptó por el pueblo en un referéndum. De todos es sabido que Ibarreche trató de subirse al monte y Puigdemón se ha subido aunque sin arnés. Eso demuestra que por muchos estatutos que se reformen y por muchas constituciones que se elaboren el fin de un independentista es la independencia y lo demás serán atajos de los que se servirá para llegar a ella. Puesto que ahora las circunstancias han cambiado no creo que el pueblo aprobara los privilegios que tienen y mucho menos que se les amplíen, de manera que mucho cuidadito. Es probable que gran parte de la población prefiera que se reforme una ley electoral injusta de la que se han servido para medrar y sacar pingües beneficios, o se reviertan algunas competencias de educación, o se revise el funcionamiento de los mozos, una fuerza armada de dudosa obediencia al gobierno central. Como será la situación del gobierno central en Cataluña que han tenido que enviar un barco para alojar a las fuerzas armadas. Y de los regímenes forales, ¿qué? Por cierto, hablando de encajes: ¿cuando se harán las reformas necesarias para encajar a Extremadura? Porque nosotros sí que estamos desencajados.