La energía geotérmica es la que está almacenada en forma de calor debajo de la superficie sólida de la tierra. Se trata de una energía de capacidad infinita, estimándose que un kilómetro cúbico de roca a 250 grados almacena una energía equivalente a 40 millones de barriles de petróleo --España consume 1,3 millones de barriles diarios--. La temperatura de la tierra se alimenta de la desintegración de isótopos radioactivos, de los movimientos de las capas y del calor latente procedente de la cristalización del núcleo que se encuentra a 4.200 grados.

La temperatura varía en función de la profundidad, siendo a partir de los 12 metros constante a 18 grados, 21 grados a cien metros, incrementando tres grados cada cien metros de profundidad. De esta forma, los usos varían en función de la temperatura alcanzada. Así, se considera alta temperatura a partir de 150 grados con uso de generación de electricidad conduciendo el fluido del yacimiento hasta una turbina. La media temperatura es la que se encuentra entre los 100 y 150 grados utilizada también para generación de electricidad pero mediante un fluido intermedio. La baja temperatura, 25-100 grados, y la muy baja temperatura, inferior a 25 grados, da servicio a climatización y agua caliente.

El sistema de baja y muy baja temperatura, de forma esquemática, es un circuito cerrado con tubos de polietileno enterrados -sonda geotérmica-, que recircula agua o solución salina aprovechando la temperatura del subsuelo mediante un intercambiador en la bomba de calor. El salto térmico de 15-18 grados que llegan desde la sonda hasta la temperatura requerida para climatizar, frente al salto desde 0 grados (en invierno), hacen que estas bombas de calor generen 5 veces más energía que la consumida en calor y 3,5 veces en frío, produciendo ahorros de hasta 1.300 euros al año, siendo amortizables entre 4 y 10 años, reduciendo las emisiones de CO2. Sirva como ejemplo que una central geotermoeléctrica emite 10 veces menos CO2 que una de gas natural.