La energía solar térmica aprovecha la radiación para calentar un fluido y la transforma en calor. Se trata de una tecnología tan elemental como eficaz y su desarrollo ha superado a la fotovoltaica en la generación de electricidad. El primer captador conocido fue creado en 1767 por Saussure; siendo Kemp, en 1891, el que crea el primer prototipo para agua caliente.

La energía solar térmica que no supera temperaturas de 80ºC se la denomina "de baja temperatura" y se utiliza para calentar agua en general, calentar el agua de una piscina, precalentar fluidos de uso industrial o para calefactar por suelo radiante. La instalación está compuesta de un captador de superficie oscura, con vidrio que genera el efecto invernadero y calienta el fluido de un circuito cerrado que llega hasta un depósito de agua calentándola. El sistema está dotado además de termómetro, hidrómetro, bomba de recirculación (si es forzado), vaso de expansión, reguladores y control, purgador, etc., apoyándose en un segundo sistema para los días en los que la radiación no sea suficiente. Pueden ser de circuito cerrado por circulación forzada, el fluido es bombeado, o termosifón y de circuito abierto (aunque este último no está permitido en España).

En calefacción se puede obtener más rendimiento con suelo radiante, al utilizar temperaturas más bajas, 30-40ºC, produciendo ahorros de un 25% de la factura. En piscinas, la instalación reduce considerablemente su coste por m2, al necesitar temperaturas de tan solo 30 ºC y simplificando, por tanto, sus componentes. Otros usos, además de los indicados, serían los de refrigeración por absorción, tintado y lavado de tejidos, secaderos solares, etc.

Este sistema de energía solar térmica produce ahorros en la factura energética que oscilan entre los 75 y 150 euros anuales, con un coste de instalación de 600 a 900 euros/m2, siendo necasarios de 2 a 4 m2 por vivienda unifamiliar.