José Olivas Zuil se sentaba en su sofá y divisaba toda la Montaña. Las vistas fueron una de las razones que le llevaron a comprar la casa del barrio judío poco antes de que sus vecinos de enfrente, Pilar Boyero y su pareja, iniciaran las obras de rehabilitación de la suya. "Era un placer del que ahora no disfruto", declara.

Aunque Olivas ya no vive en esta casa desde hace meses porque se le ha quedado pequeña, mantiene que el altillo supone para él un "perjuicio" porque las vistas "eran uno de los bienes que tenía la vivienda". Asegura que no hay "enconamiento personal" contra sus vecinos. "No soy insensible, me pongo en su lugar y entiendo su malestar. Nunca quise llegar a esto, pero para evitar su malestar no me puedo privar yo de un derecho y que su casa se revalorice y la mía se devalúe", argumenta. Olivas intentó al principio llegar a un acuerdo económico y pidió por el daño 6.000 euros.