José Carlos Polo tiene 46 años y trabaja como operario en el cementerio cacereño desde hace 15. Tuvo que pasar una oposición de tres exámenes, uno de albañilería, otro de reducción de restos humanos y un tercero teórico, todos eliminatorios. Finalmente consiguió el puesto, al que optaban unas cuarenta personas, y desde entonces está muy satisfecho con su trabajo. "Es una ocupación igual que otra, te acostumbras", afirma.En total hay ocho operarios en el camposanto. Carlos es de los más antiguos y no ha conocido a nadie que haya rechazado el empleo. "Te tienes que mentalizar, una vez que apruebas la plaza, te haces a ello, es un trabajo tranquilo", señala. "Algunas situaciones te afectan --reconoce--, sobre todo cuando entierras a un conocido, o peor, a un menor, pero debes superarlo, porque si no tendrías que dejarlo".Carlos y sus compañeros realizan distintas tareas, desde limpieza y montaje de lápidas y ornamentos hasta inhumar, exhumar cuerpos y trasladar restos de un nicho a otro. "Las exhumaciones quizás son lo más desagradable porque a veces se conservan restos orgánicos. En ese caso no hacemos el traslado", aclara.Si Carlos no le tenía miedo a la muerte, este trabajo le ha enseñado a eliminar cualquier temor. "Aquí aprendes que es inevitable, que te vas en cualquier momento y que no hay edades. Pero eso tampoco me condiciona la vida de una forma o de otra, soy igual que antes, igual que los demás, no me 'como la cabeza', hay que tomarlo como viene", reflexiona el operario.Tampoco teme a los difuntos, incluso, por su trabajo, ha estado en el cementerio en horas nocturnas. Coincide en que lo peor de la muerte son las circunstancias que rodean al fallecido, especialmente el sufrimiento de las familias cuando le despiden en el camposanto. "Ocurre a diario, pero no podemos permitir que todo nos afecte, tenemos una media de dos entierros por día". Además, al tratarse de situaciones tan duras, los familiares no siempre se avienen a razones. "Los hay que se enfadan porque tenemos que cerrar, o porque montamos un andamio para un entierro y es difícil dejar flores en el nicho de al lado. Tratamos de entender que son circunstancias especiales, pero no tenemos culpa", lamenta.Carlos ya ha visto de todo, desde familias que discuten mientras se da sepultura al cadáver hasta quienes han cantado villancicos a un difunto en Navidad. "Es la vida..."