Purificación Guerra asiste cada mañana al centro de día que tiene Cruz Roja en sus instalaciones de Pinilla. "Aquí no necesito el cordón, porque están las cuidadoras", se justifica señalando el pecho, donde suele llevar colgado el medallón del servicio de teleasistencia el resto del día. Fueron sus hijas quienes decidieron incluirla en el programa después de Puri, como la llaman quienes la conocen, sufriera un infarto y una caída en pocos días.

Han pasado cuatro años desde que recibiera el collar y el transmisor de Cruz roja y asegura contundente: "esto es una maravilla". Esta cacereña es una de las casi 500 que cuenta en su casa con el servicio de teleasistencia. "Es muy fácil de utilizar, me llaman y me preguntan qué tal estoy, cómo llevo el verano y si estoy bebiendo o no mucha agua", relata. "Y si me sucede algo, solo tengo que pulsar el botón del collar y me llaman para ver qué me pasa", apostilla.

Ahora vive con una de sus hijas --también usuaria del servicio--, aunque hasta el percance vivía sola. "Yo me las arreglaba estupendamente, no necesitaba a nadie" asegura, "pero tras la caída y el infarto...", afirma torciendo el gesto, porque se queja de que en casa le dejan hacer nada.

Aunque no ha tenido que usar nunca el servicio de teleasistencia a causa de una emergencia, reconoce que el hecho de tenerlo reconforta a su familia: "Ahora mis hijos están más tranquilos porque saben que si me pasa algo me pueden atender", señala y reconoce que tenerlo también le tranquiliza a ella ante cualquier dificultad porque, a sus 84 años, no le resulta fácil desplazarse. "Me paso todo el día sentada, desde que me levanto hasta que me acuesto y solo camino por el pasillo", reconoce.