Un centenar de niños completamente en silencio, atentos, expectantes, ni una voz, ni un grito, casi un milagro... Los alumnos de 6 a 9 años del colegio Francisco Pizarro dieron ayer una auténtica lección de integración al seguir con respeto y auténtico interés la exhibición de boccia ofrecida por varios compañeros con parálisis cerebral que asisten con ellos a clase. Escucharon, aplaudieron y animaron cuando la ocasión lo requería: "¡Marta! ¡Marta!", "¡Juan Carlos! ¡Juan Carlos!". Y los jugadores, por supuesto muy nerviosos ante tanta concurrencia, les enseñaron sus evoluciones en este deporte paralímpico cada vez más practicado entre las personas con discapacidad cerebral o física, generalmente en grado severo.

La demostración fue organizada por el centro Aspace --donde entrenan una treintena de niños y jóvenes, y algunos ya disputan competiciones nacionales de boccia--, en colaboración con el colegio Francisco Pizarro y el instituto Agora, en cuyas aulas cursan sus estudios varios niños con parálisis cerebral. "Yo siempre digo que la integración no es para ellos, sino para todos los demás, que aprenden desde pequeños que hay personas con diferencias físicas o sociales", subrayó Paco, padre de una niña participante.

Extremadura despunta

Pese a los tiempos que corren, la escuela sigue transmitiendo valores y ayer se demostró. En el gimnasio del instituto Agora, donde se celebró la competición, se hizo el silencio cuando los monitores comenzaron a explicar las reglas del juego, similar a la petanca. "Es un deporte que procede de la antigua Grecia y tiene numerosos seguidores en otros países entre discapacitados y válidos. Extremadura está despuntando: el equipo Jara-Inserso de Alcuéscar ha ganado los Campeonatos Nacionales 2006", señalaron los profesores.

Serafín, Pipe, Marta, Juan Carlos, Rosa y Sonia, casi todos en silla de ruedas, abrieron la demostración divididos en dos equipos. A través de la boccia, estos discapacitados logran mejorar sus habilidades: distancia, estrategia, fuerza, puntería... "Pero lo que más me gusta es la competición", se sinceró Pipe, de 27 años, que entrena duro para llegar algún día a las Paraolimpiadas. También es el sueño de Rosa, de 16 años, que lleva un año practicando este deporte en Aspace, aunque quizás tenga que cambiar de compañeros: "Ahora estudio ESO en el Agora, pero quiero cursar en Salamanca Diseño Gráfico, un campo con muchas salidas para los que tenemos discapacidad porque todo se hace por ordenador".

Después se sumaron encantados el resto de los niños, tras haber seguido con atención los movimientos de sus compañeros. "Yo lo sé porque he visto a Raúl y Marta, que están en mi clase y son muy buenos. Hay pelotas azules y rojas, y cada equipo debe lanzarlas y acercarlas lo más posible a la pelota blanca", explicaba seguro Jorge Polo a sus 7 años. Al final todos quisieron intentarlo, y por supuesto todos ganaron.