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La barriada se creó hace ocho años con la construcción de numerosos pisos de protección oficial a escasos metros de la vía del tren, pero los vecinos de La Esperanza aseguran que nunca han tenido una valla que les separe del peligro que entraña el paso de los convoyes hacia Portugal. El riesgo es tanto para los residentes de la barriada como para los viajeros de los trenes: "Algunos insensatos arrojan de todo a las vías, piedras, palos, basuras... Hace poco apareció una motocicleta completa", explica la presidenta vecinal, Felipa Llanos.

En muchas ocasiones puede verse a los niños jugando en los alrededores del trazado ferroviario. De hecho, un talgo descarriló en febrero del 2002 debido a las piedras amontonadas por unos chicos sobre los raíles, aunque ni los jóvenes ni los pasajeros sufrieron daños. Ocurrió en una barriada muy próxima, Santa Lucía, también limítrofe con el ferrocarril. "Las vías están a un paso de La Esperanza, una zona llena de viviendas, y todo el mundo puede acceder sin problemas. No creo que cueste tanto dinero poner unas vallas, y en cualquier caso el fin lo justifica. Hay otros gastos menos necesarios", indica la presidenta.

Precisamente, a raíz del accidente del Talgo, el ayuntamiento reclamó a Renfe el vallado urgente de las vías a su paso por la ciudad, desde Castellanos hasta Aldea Moret, para garantizar la seguridad de los viajeros y de los habitantes de los barrios próximos. Dos meses después se produjo una reunión en el consistorio cacereño entre ambas partes. Renfe mostró buena predisposición y los técnicos cacereños le enviaron posteriormente un informe sobre el tipo de cerramiento más adecuado y los pasos a suprimir, pero nada más ha trascendido hasta ahora.

INUNDACIONES Felipa Llanos también recordó ayer las "grandes balsas de agua" que se forman en el barrio cuando llueve. "La calle German Sellers y las traseras acumulan tanta agua que debemos mojarnos los pies para entrar en los portales", afirma. El problema radica, según los vecinos, en la incapacidad de los tragantes de absorber todo el agua que baja desde la barriada de la Abundancia. Además, las calles se convierten en un barrizal cuando finalmente se secan.

Por último, la presidenta criticó el estado de los portales y la inseguridad de la zona: "Abren los cuartos comunes de los edificios, los trasteros y hasta la sede social, donde nos han robado documentación, trofeos y algunos objetos personales". Felipa Llanos también lamenta las reyertas que se producen en el barrio, "y los tiros que por unos y otros temas pueden escucharse más de lo que quisiéramos".