Francisco Cerro (Malpartida de Cáceres, 1957) tomará posesión el próximo 29 de febrero como arzobispo de Toledo, Primado de España. Lo hará acompañado de decenas de fieles cacereños, que fletarán autobuses para acudir a la toma de posesión. Y la semana que viene se le homenajeará en Coria y en Cáceres. Cerro deja la diócesis tras doce años al frente. La ha recorrido a lo largo y a lo ancho y dice que se lleva «mil historias en su corazón». En la archidiócesis toledana sustituirá a Braulio Rodríguez Plaza. Lo primero que se plantea es conocer al clero y a los toledanos, aunque no lleva un plan de trabajo diseñado. Eso sí, no olvida uno de sus retos: Trabajar para que Guadalupe sea extremeña.

-¿Cómo afronta esta nueva aventura?

-Con la confianza puesta en Dios, como con cualquier misión que he recibido desde el momento mismo en que inicié mi formación como sacerdote. Todos los cargos son una carga, por eso humildemente pido su ayuda y su consejo. He rezado mucho al Sagrado Corazón de Jesús para que me ayude en esta nueva misión que me encomienda la Iglesia. Voy a Toledo en la esperanza y con la humildad de que, como dice San Pablo, el Señor no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige.

-¿Cuándo se enteró de que podría ser nombrado? Se llevaba rumoreando desde el verano...

-Los rumores, muchas veces, simplemente son eso: rumores. Uno nunca sabe de dónde salen y lo mejor es seguir trabajando día a día sin hacer caso, pues uno puede distraerse de lo verdaderamente importante: el servicio a la iglesia como prelado, en este caso, allá donde esté. He querido y quiero mucho a mi Diócesis de Coria-Cáceres y por eso he intentando mantenerme ajeno a esa circunstancia hasta el final intentando servir a mis fieles como el primer día.

-¿Quién se lo comunicó?

-El Nuncio de Su Santidad es el encargado de este tipo de comunicaciones. Me citó para comunicarme mi elección hecha por el Papa Francisco. Fue una conversación muy cordial, en la que acepté la nueva misión que me encomienda mi iglesia y, posteriormente, me invitó a comer.

-¿Recuerda el día que llegó a esta diócesis?

-El día de mi ordenación episcopal recuerdo un inmenso calor en Coria, fue el 2 de septiembre de 2007. Fue una ceremonia muy especial en la que me sentí muy querido y arropado por toda la diócesis. Una jornada especial y emocionante, aunque también agotadora.

-¿Qué se lleva de Coria-Cáceres?

-La gente es maravillosa, entrañable y me ha acogido siempre con los brazos abiertos. He recorrido la diócesis a lo largo y a lo ancho. No he quedado un rincón sin visitar, he querido ser un pastor, que la gente me sintiese cerca. Me llevo mil historias personales en el corazón, sobre todo de la gente sencilla, los mayores de nuestras residencias diocesanas, encuentros con niños y jóvenes… Han sido más de doce años y es difícil resumir. Ahora se agolpan muchas emociones y recuerdos.

-¿Cuál diría que ha sido su mayor logro?

-La celebración del XIV Sínodo Diocesano ha sido uno de los hitos para la diócesis. Es un soplo de aire fresco que refuerza la línea del Vaticano II y también la línea que marca el papa Francisco en su pontificado. Además, he optado siempre por dar un gran protagonismo a los laicos que, ciertamente, son la mayoría de la iglesia y han ocupado y ocupan puestos de responsabilidad en la curia y en distintos organismos.

-¿Hay algo que le haya quedado por hacer?

-Siempre quedan cosas pendientes. Me hubiera gustado clausurar el Año Santo de Casar de Palomero, ver terminar la gran obra de la catedral de Coria, que ha sido otra de mis grandes apuestas durante estos años y que se ha podido realizar en estos años. Era algo absolutamente necesario porque nunca antes se había realizado una intervención de esta envergadura.

-¿Cuáles son las mayores necesidades de la diócesis de Coria-Cáceres?

-Realizamos una gran labor social y asistencial. Por ejemplo, contamos con siete residencias de ancianos. No me olvido de la labor de Cáritas con las personas sin hogar en su Centro Vida y con todos los que pasan por sus instalaciones… Hay muchos frentes y cada vez son más las dificultades económicas para atenderlos todos, pero ahí sigue la apuesta de la iglesia, la de estar cerca de los que más lo necesitan, entregándolo todo por ellos. No solo el dinero, sino también a través de los voluntarios.

-¿Sabe quién podría sustituirle?

-No tengo ni idea de quién será el nuevo obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres. Hay muchos sacerdotes muy capaces en Extremadura y en España, con gran formación y, a la vez, con un perfil humano, sencillo, cercano y social impresionante.

-¿Qué retos se plantea como arzobispo de Toledo?

-Lo primero es ser pastor del pueblo que me corresponde pastorear. Conocer sus planes pastorales y el trabajo realizado en los últimos años. Mentiría si dijera que tengo un gran plan diseñado… Pretendo ir conociendo al clero de Toledo y a sus gentes. Hablar con unos y con otros, ir sacando consecuencias para, después, con un conocimiento de causa aceptable, programar actuaciones.

-Dice que intentará que Guadalupe sea Extremeña, ¿qué pasos pretende dar?

-La Santa Sede tiene la última palabra en este asunto. Los obispos de la provincia eclesiástica hemos entregado toda la documentación necesaria y hemos hecho las propuestas oportunas, además de para que pertenezca a una diócesis de Extremadura, para la creación de una prelatura territorial con el santuario y el pueblo, una jurisdicción eclesiástica propia. Cuando me hacen esta pregunta, siempre contesto que los obispos extremeños ya hemos hecho los deberes. Dichos deberes están entregados en el Vaticano que, en definitiva, es donde está la última palabra. Esperamos que sea una cuestión que se resuelva pronto.