En el imaginario popular cacereño perviven algunos acontecimientos que con el paso del tiempo se han convertido en mitos y entre ellos está el carnaval de los primeros años de la democracia. Si algo caracterizó a aquel evento fue la espontaneidad con que se celebró y la multitudinaria participación ciudadana que el ayuntamiento supo apoyar.

Los desfiles y las canciones de las murgas fueron acogidos con entusiasmo, pero lo más llamativo en una ciudad en la que el ciudadano prefiere mirar a participar fue el gran número de personas que se disfrazaron, algunas innecesariamente, sin pertenecer a las agrupaciones. Si se desea resucitar aquellos eventos sería conveniente buscar las razones que hicieron posible aquella manifestación de libertad, alegría y participación, y analizar las causas que han conducido a la situación actual, pues, de seguir así, cada año participará menos gente en los desfiles, los disfraces serán de peor calidad, acabaremos por sentir vergüenza y no se encontrará justificado el gasto que conllevan. Estos festejos no son producto de un llamamiento institucional, sino que nacen del pueblo y los lleva a cabo el pueblo, pero necesitan un estímulo y un organizador. María José, dinamízanos otra vez.