Una hormona llamada FGF21 que es segregada por el hígado después de comer dulces puede determinar quién es goloso y quién no, según un estudio científico de la Universidad de Copenhague. Existe un 100% de posibilidades de que al entrar en este templo de la dulcería nuestras FGF21 se disparen de forma sobresaliente porque resulta imposible resistirse a tanta ricura. La culpa la tiene Emilio Rey, ‘Milo’, que es el rey, sí, de La casa del goloso, la cafetería que abrió en mayo en la calle General Ezponda y que ha superado con éxito la travesía turística del verano cacereño. Seguramente sea por el ingenio, la pasión, el cariño y el azúcar que ha puesto este joven talentoso de 27 años en un proyecto gastronómico que ha mejorado potencialmente la oferta de la plaza Mayor y su entorno.

¿Cuál es la historia de este local de la también conocida como ‘calle de los bares’? Los muy cacereños recordarán, seguramente, que fue primero oficina del Banco Español de Crédito hasta que en 1941 Eleuterio Mendoza fundó en esta planta baja, entonces propiedad de Manuel Rodríguez, sus célebres Almacenes Mendoza, que eran como El Corte Inglés en chico porque allí encontrabas de todo: ropa, juguetes, colonias, alpargatas, cintas de raso, de seda... Almacenes Mendoza era una tienda enorme, con sus suelos y mostradores de madera y un taburete altísimo al que algunos empleados tenían que subirse para poder llegar a la caja registradora. El negocio, en la esquina con Ríos Verdes, ocupaba un lugar privilegiado en aquel General Ezponda que rebosaba de vida y de pujantes empresas: la droguería de Macedo, la farmacia de Arjona, la barbería de Tato, la dulcería con sus bambas de crema, El Pato, El Cisne Negro, la joyería Nevado, la librería Sanguino, la sastrería de Santos, El Rastro, que era una tienda de los Villegas, La Cueva, o el Hotel Castilla, que fue el segundo establecimiento hotelero de Cáceres que obtuvo licencia oficial después del Extremadura.

Luego ese local fue adquirido por Emilio Rey Holguín, que se lo alquiló a Antonio Oliva, que era un registrador de la propiedad muy conocido de Cáceres. En él, el célebre hostelero de la Cafetería El Pato montó la Ferretería Rey, que prestó sus servicios durante 20 años y en la que, entre otros muchos empleados, trabajaron Fernando Campón o Curro, que habían estado antes en Bautista Abad, otra ferretería que se abrió en la calle Moret, donde hoy se encuentra el Lizarrán.

El negocio terminó cerrando y ahora Milo, hijo de Emilio Rey y nieto del patriarca de esta estirpe de hosteleros cacereños, le ha vuelto a dar vida. El joven empresario ha confiado en el prestigioso arquitecto Ángel González para hacer de este local de 120 metros cuadrados «un lugar que te abraza para sentirte como en casa», dice Milo satisfecho. «Hemos pasado el verano y ahora esperamos nuestro apogeo en invierno, con los churros», explica.

Cafés, batidos (riquísimos los de oreo y nutella), zumos naturales donde lo que cae es fruta, tostadas de espectaculares rebanadas de hogaza y tomate triturado cada mañana, de ese que no se ahoga cuando rueda sobre el pan caliente, y deliciosas tartas (también para celíacos o veganos). Hay leche sin lactosa, de soja, amplia variedad de té... El comercio justo, exposiciones, libros... se puede entrar con perro sin que te ladre el camarero, propinas para el Refugio San Jorge y muy pronto microteatros hacen de La casa del goloso una cita obligada.