En dos semanas Francisco Cerro se convertirá en el nuevo arzobispo de la diócesis de Toledo y ayer cerró oficialmente en la concateral de Santa María su etapa como obispo de Coria-Cáceres con una misa multitudinaria de despedida que hoy se repetirá en la catedral de Coria. «Estos casi 13 años en la diócesis de Coria-Cáceres, en mi casa (procede de Malpartida de Cáceres) han sido muy felices y muy importantes en mi vida», afirmó ayer en el transcurso de la homilía, en la que tuvo palabras de recuerdo y agradecimiento para todos los representantes de instituciones, estamentos y distintas confesiones que asistieron a la despedida, así como para su familia.

Rodeado por más de 80 sacerdotes del presbiterio diocesano, diáconos, Institutos de Vida Consagrada, asociaciones y movimientos apostólicos... y en una celebración sencilla, como había pedido, Francisco Cerro agradeció «la colaboración» y destacó su voluntad en este tiempo de trabajar por mejorar la situación de la diócesis, aunque dijo asumir «con humildad» que «no hemos hecho todo lo que teníamos que hacer y habremos hecho cosas mal». Aún así se mostro convencido de que la diócesos, «que estaba muy viva» a su llegada, según dijo «seguirá funcionando ahora». Sobre su nueva etapa en Toledo dijo sentirse «feliz». «Como aquí, seguiré sirviendo especialmente a los pobres», afirmó.