Por más que los bandos en liza, en todas las guerras que hoy se pelean a lo largo y ancho del mundo, prediquen que lo hacen en defensa de grandes valores o de la ‘Patria en peligro’; incluso justificando sus sangrientas acciones en la ‘Voluntad de Dios’, como hicieron los cruzados en la Edad Media. Todas las contiendas civiles o internacionales están montadas sobre mentiras, sobre manipulaciones y desviaciones de la verdad, o sobre estrategias retorcidas y nefastas que dejen a salvo la conciencia de los vencedores.

Los ejemplos en la Historia son tan numerosos que desbordarían, con solo citarlos, varios cientos de columnas como esta. Teniendo en cuenta que la historia la escriben siempre los vencedores, muchos de estos ejemplos aparecen en los manuales como grandes epopeyas heroicas, grandes hitos de la justicia o grandes acontecimientos, sobre cuyos cadáveres mereció la pena construir un monumento.

El tema no está agotado en las numerosas y tergiversadas narraciones históricas. El siglo pasado ha sido, en este tipo de eventos, los cien años más mentirosos, manipulados, descoyuntados y sangrientos de toda la Historia de la Humanidad. Y, por el camino que va trazando el curioso Presidente de EEUU, el actual va camino de superarle en atrocidades y dislates.

EN EL SIGLO XX, al menos hubo algunos momentos de paz, de entendimiento entre los hombres y los países; de iniciativas para llegar a establecer paces generales que evitasen aquellas enormes hecatombes que fueron las Guerras Mundiales; incluso otras guerras menores y marginales, que no tuvieron la misma atención mediática, porque no ofrecían motivos para manipular la información e incrementar la venta de periódicos.

Pero últimamente, con la llegada a la Casa Blanca de un nuevo adorador del becerro de oro -en versión americana- la posibilidad de eternizar las guerras sucias a lo largo de los próximos cien años es cada vez más palpable.

Hace solamente unos días se presentaba en público un documentado libro de un notable militar muy versado en estrategias militares y en historias de guerra, en el que se describían los turbios manejos y falsos motivos por los que se desataron las guerras contra los pueblos, contra naciones situadas en los márgenes de la civilización, para el dominio de las rutas comerciales, para manipular los mercados del petróleo o para hacer subir las acciones bursátiles de ciertas empresas capitalistas dedicadas a la fabricación de armas. Inventando falsos testimonios, como la existencia de armas de destrucción masiva; acoger al terrorismo internacional o poner en peligro la estabilidad y el equilibrio de los Estados -de ciertos Estados que sí pueden agredir a otros- lanzando al mar o al desierto pequeños cohetes de mucho ruido y espectáculo mediático, que no sirven para arreglar los problemas, pero concitan alianzas y colaboraciones en el seno de los organismos internacionales.

ONU o Sociedades de Naciones que estuvieron siempre sometidas a los intereses económicos de las grandes corporaciones industriales armamentísticas - los “lobbies” de creación yanqui -; que, en definitiva, fueron siempre las que provocaron los conflictos y las que obtuvieron las mayores ganancias de la devastación y la ruina. Ya no es cierto aquello de que: “Si quieres la paz, prepara la guerra”; sino: “Provoca guerras y obtendrás mayores dividendos”; que es todo lo contrario.