Más de 150 especies de árboles y grandes arbustos llenan el paseo de Cánovas, un parque que se diseñó pensando en todas las estaciones del año, para que diera sombra en verano y para que los rayos del sol se colaran entre los caducifolios al llegar el otoño. Y es que el otoño siempre ha tenido mucho de poético, y Cánovas siempre ha sido muy poético, por eso el ayuntamiento, bajo el epígrafe --eso sí algo recurrente-- de Frutos de otoño abrió ayer una actividad medioambiental organizada en colaboración con la Universidad de Extremadura y cuyo eje central es el Itinerario botánico literario .

La iniciativa guía al ciudadano por 20 especies diferentes del entorno de Calvo Sotelo. En cada una de ellas se han colocado placas con textos literarios de escritores y poetas de los años 50 y de las generaciones del 27 y del 98 (Gerardo Diego, Machado, Cernuda...).

Todos ellos hablan de las especies descritas. Y desde luego al paseante le resultará imposible no detenerse en alguna de estas dedicatorias, como la que Federico dedica a la acacia de 3 espinas: "Tú querías que yo te dijera el secreto de la primavera y yo soy para el secreto lo mismo que es el abeto", o la que Víctor Hugo, armado de razones, escribe sobre el olmo: "Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha".

La alcaldesa, Carmen Heras, y José María Corrales, profesor de la Uex y precursor de la iniciativa, visitaron ayer esta muestra. Heras explicó que el objetivo de la misma es "unir naturaleza y literatura y fomentar el gusto por la lectura y el interés por las plantas de nuestros parques y jardines".

La actividad se presentó junto al Quiosco Colón en Calvo Sotelo. La alcaldesa recordó que no se ha escogido este lugar al azar sino para demostrar "la falacia" lanzada por el PP de que con la construcción del parque de Cánovas se acabará con la arboleda. "Los socialistas amamos Cánovas, para todos nosotros es una seña de identidad", dijo.

Frutos de otoño contempla un amplio programa de actividades como cursos de formación o exposiciones itinerantes. Todo ello conforma una oportunidad única de ahondar en esa relación naturaleza-lectura, que tan bien ejemplificó ayer Carla Moreno, una niña de 8 años que sueña con ser periodista y que ayer leyó --y muy bien leído, por cierto-- uno de estos poemas que, como los que hacía Federico, envidiaban acacias eternas.