La fina voz de Diego Rubio Molano, Dieguino de Cáceres , se apagó para siempre. El cantaor cacereño falleció en la tarde del jueves a los 83 años de edad y ayer fue despedido por medio centenar de familiares y amigos, en un funeral íntimo que se celebró en la parroquia de Virgen de Guadalupe, a la que él acudía con frecuencia y en la que se había casado años antes, en segundas nupcias, tras fallecer su primera esposa, con la que tuvo a sus cuatro hijos.

Entre los amigos que le acompañaron en la despedida estaban Andrés Nevado, presidente de la Peña Flamenca de Cáceres, la cantante de copla, Felisa Rodríguez, el guitarrista José Antonio Conde, con el que actuó en numerosas ocasiones y junto al que grabó su único trabajo discográfico (1995), una recopilación de cantes, dentro de la colección de la Peña Amigos del Flamenco. Además fueron a despedirle otros compañeros del cante, como Julián Pacheco Tacones , el Niño de la Pizarra , el guitarrista Riti , y el cantaor, Simón García, Niño de la Ribera .

Dieguino de Cáceres nació un 4 de agosto de 1926 en la barriada de San Blas, en el seno de una familia humilde. Su padre, camarero de La Concordia, murió muy joven y él trabajó junto al herrero Navarro, fue empleado de jardines, guarda y finalmente conserje en la Caja de Ahorros de Extremadura, donde trabajó hasta su jubilación.

Su afición al cante le llegó temprano y con solo 8 años debutó en el Gran Teatro, donde se alzó también con su primer premio, El micrófono de plata , cuando contaba con 14 años. Después llegaron numerosos escenarios y algunas compañías de renombre en los años 40 y 50 como la de los Chavalillos de España, Gracia Española o Brisas de Sevilla y actuaciones con Canelo, Moretón, Porrina de Badajoz, Rafael Farina. Y por supuesto, los adarves, donde cada año se encontraba como saetero con la Semana Santa.

CANTE FINO Pero según algunos compañeros al cantaor "le faltó ambición", para llegar a ser "una voz reconocida en España", y el jueves por la tarde se marchó como vivió, de forma sencilla y sin hacer ruido. Dieguino de Cáceres antepuso a su familia y convirtió el cante en la mejor de sus aficiones. Cuentan sus amigos que desde hacía algún tiempo estaba más delgado y que apenas le quedaba un hilo, de la voz tenue y limpia que siempre caracterizó su habla y sus cantes. Dicen que dominaba el fandango "como pocos", igual que la guajira, la colombiana, la granaína, los cantes de Marchena, la petenera "y la milonga", recuerda el cantaor Niño de la Ribera , con el que compartió tablas.

Juntos recorrieron de la provincia, como juntos forjaron la garganta en la Cacharrería, el bar que estaba en los años 50 en las traseras del Gran Teatro. Allí pasaban buena parte de las noches, al compás de la guitarra de Vicente Sánchez o el maestro Canelo. Y como en algunas de esas noches de cante, el maestro Canelo vuelve a acompañar hoy por fandangos a Dieguino de Cáceres . Su amigo, Porrina de Badajoz, lleva las palmas.