Seguimos en la Calle Empedrada, trazada en el lugar donde se situó, como dije, la Judería Nueva y por eso habla la tradición de que en este mismo lugar se levantó, antes de la expulsión isabelina, la casa del Rabino Cohen. Ya en el siglo XV fue solar de los Messía, Señores de Loriana. A finales del siglo XV, contrajeron matrimonio el señor de estas casas, Diego González Messía, con María de Ovando, hija del Capitán Diego de Cáceres, una de las principales mecenas del Convento de San Francisco Extramuros. En la iglesia del cenobio dispuso sus armerías en número tan considerable que el resto de familias protectoras emprendieron una queja y los franciscanos ordenaron retirar parte de los blasones. La de Ovando no se anduvo con chiquitas y ordenó a su nieto, Diego Messía de Ovando, que matase a García Golfín, Señor de Casa Corchada, en el mismo interior del templo, armándose, como podrán imaginarse, la de Dios es Cristo.

Ciertamente, es difícil intentar comprender con parámetros actuales tales comportamientos, o quizá sí, porque la vanidad --reconozcámoslo-- sigue moviendo el mundo. Estos Messía de Ovando vendieron su solar a Pedro García de Galarza, el gran mecenas del renacimiento cacereño, y se desvincularon de Cáceres. Diré, como curiosidad, que el mayorazgo de esta familia recae, hoy en día, en Cayetana Fitz-James Stuart, Duquesa de Alba.

Cuando los Messía de Ovando vendieron el palacio, rasparon los escudos familiares. En aquella época los blasones eran como las placas que hoy colocamos en las puertas, y que indicaban quiénes eran los habitantes de la casa. En un tiempo de alto analfabetismo, era fácil reconocer, sin embargo, signos visuales. Vendida la propiedad no tenía sentido mantener unas armas que no pertenecían a los nuevos propietarios.

Adquirido el palacio por el Obispo, se produce un nuevo suceso novelesco: en 1582, Felipe II confía al prelado un hijo de Antonio de Portugal, (proclamado rey por parte de la nobleza lusa como Antonio I), su mayor opositor al trono portugués, para que lo críe sin decir a nadie su nombre ni su procedencia. Galarza lo educó entre sus sobrinos, y quizá, el joven principito (que tenía más derechos al trono que el usurpador Felipe) nunca supo su origen regio. De esta época puede datar el nombre de Casa de los Trucos, debido a la leyenda que se creó, en torno a ella, de pasadizos e historias ocultas.

La torre esquinada

Lo más antiguo, al exterior, del palacio es la torre esquinada, altísima, ligera, elegante, a la que se abrió, en el XVI, una deliciosa ventana esquinada plateresca. Mi querido Miguel Hurtado (autor, por cierto, de la última reforma) me hizo notar que existía en la ventana una inscripción (que ha pasado desapercibida, que me conste), y que me dio para traducir: Aliene miserum incumbere famae . Algo así como "triste es apoyarse en la fama de los otros". Recientemente, leyendo las sátiras de Juvenal (rarito que es uno), concretamente la VIII-75 la he relacionado con un verso de ésta: miserum est aliorum incumbere famae . Galarza, hombre renaciente, grabó una de sus lecturas en su ventana. ¿Los motivos? Me temo, que eso sería hacer demasiadas elucubraciones.

La fachada poco dice, y está excesivamente reformada en época contemporánea. Pero a su izquierda, e inmersa en otras edificaciones, se distingue otra torre, no tan poderosa como la primera. Durante la última reforma recuerdo haber visto, cercana a ésta, alguna saetera, procedente, tal vez, de materiales reutilizados. Justo bajo esa torre y, hasta el siglo XIX, se levantó el Oratorio del Pilar, una de las capillas en las que los cacereños daban culto a sus devociones populares. En el interior se abre un patio delicioso, con magníficos antepechos tallados con grifos y atauriques, que recuerdan el mejor estilo de Alonso de Torralba, sujetos por una airosísima arquería. En una habitación contigua al zaguán se han descubierto, recientemente, y restaurado unos frescos decimonónicos interesantes, procedentes de la época en que aquí se ubicó una farmacia. La escalera noble merece algo de atención.

Vendido el palacio por los descendientes del Obispo, Condes de la Oliva del Gaitán, tuvo el edificio diversos usos en los dos últimos siglos, entre ellos fue sede de la cristalería la Veneciana, aunque el más recordado sea, quizá, el de colegio de las Damas Apostólicas, hasta que --después de unos años sin uso-- se ha convertido, tras la reforma de Miguel Hurtado, en Casa de la Iglesia, acogiendo dependencias episcopales y de movimientos sociales, así como una emisora de televisión local.

Calle Empedrada, calle de los bares, hoy ni sombra de lo que, un día, fue. Noches perdidas, barras de bar, sonrisas desperdiciadas, derroche innecesario... Pero una tarde el tiempo se detuvo y la torre --que siempre estuvo allí-- adquirió nuevo carácter, la palmera se agitó con la brisa, acariciándola, y la eternidad ofreció, graciosamente, un anticipo de su gloria.