Carlos Barra Quintanilla, de 37 años y autor confeso del doble crimen del residencial Gredos, trabajaba en la fábrica de su padre, Manuel Barra, en la ronda de Puente Vadillo. Dedicado a dar servicio a sus clientes en la capital cacereña, el negocio ha servido a la familia Barra para ser conocida y querida en la capital cacereña. La tragedia por las muertes del empresario y su mujer Consuelo Quintanilla, de 72 y 64 años, respectivamente, ha sido un mazazo para quienes conocen a Carlos Barra, padre de dos hijas, separado y con antecedentes penales por violencia de género, según confirmó ayer la Fiscalía Provincial de Cáceres.

De hecho, el autor confeso del crimen vivía con sus padres en el residencial Gredos, en la misma vivienda donde el pasado domingo ocurrieron los hechos. En el barrio le recuerdan yendo a la multitienda de Adolfo a tomarse una Coca-Cola y a comentar el partido del Real Madrid, de quien era seguidor. Nadie podía pensar que diese muerte a sus padres con la escopeta que tenían en casa tras volver de la Madrila.

Quienes coincidieron con él esa madrugada aseguran que iba sereno, aunque ante el juez dijo ayer que había consumido cocaína y otros estupefacientes antes de cometer el doble crimen. Pero algo debió de suceder después de las seis de la madrugada del domingo, la última vez que le vieron en la plaza de Albatros, lugar al que acudía normalmente solo y donde había protagonizado antes algún incidente en algún local de copas de la zona, donde se le prohibía la entrada, aseguró ayer a este diario un hostelero de la Madrila.

Muy queridos

Al igual que sus hermanos, Carlos Barra había crecido en la calle Villalobos, donde su familia era muy querida. De hecho, la primera fábrica está situada por encima de la actual, en San Marquino, al otro lado del colegio El Madruelo, del que el detenido fue alumno. Sus padres se habían ganado la confianza y el cariño de sus vecinos por la generosidad que siempre mostraron, la misma que recordaban aún conmocionados esta semana los del residencial Gredos, barrio al que se trasladaron hace diez años y donde también vivían dos de sus seis hijos. En la calle Villalobos recuerdan al empresario Manuel Barra como un hombre muy abierto y amigo del vecindario, al que se ganó por su simpatía, igual que sus hijos. De su mujer Consuelo Quintanilla tampoco se han olvidado en Santiago, la patria chica de los Barra.

Cuatro varones

Carlos Barra, en prisión provisional sin fianza tras confesar que mató a sus padres, es el menor de los cuatro varones que tuvo el matrimonio, también con dos hijas. Gema, una de ellas, trabaja en el negocio familiar, al igual que José Manuel, codo a codo con su padre. Carlos también formaba parte de la plantilla y era habitual verle ocupándose del reparto de los encargos que llegaban a la fábrica. Su detención el pasado miércoles en La Lapa, una localidad de poco más de 300 habitantes cercana a Zafra, confirmó las sospechas iniciales de que podía haber sido el autor de las dos muertes cuando desapareció del domicilio y no acudió al funeral. La Policía Nacional aseguró ayer que fue localizado cerca de Zafra porque conocía bien la zona tras haber pasado una temporada en un centro de rehabilitación de toxicómanos de Llerena.

Carlos Barra apenas hacía vida en el barrio del residencial Gredos. Vecinos que acudieron el pasado lunes al lugar del suceso tras hallarse los cadáveres comentaron que se le veía de vez en cuando paseando con el perro de raza labrador de la familia por los parques de la zona norte de la Mejostilla.

Familiares del matrimonio asesinado no acababan ayer de creerse lo ocurrido, destrozados por una tragedia que nunca pudieron imaginar. Los vecinos no escucharon nada el día en que ocurrieron las muertes y en los bares de Gredos se preguntaban desde lo ocurrido qué podía haber pasado y dónde estaba el hijo de la pareja.

Carlos Barra confesó al juez que, antes de emprender la huida tras matar a sus padres, se llevó dinero de la cartera de su padre. Luego volvió a por más que guardaba en un armario, 5.000 euros. Dijo que pensó en suicidarse, pero que decidió al final huir con destino a Zafra, donde la policía le localizó. Asegura que lo hizo bajo la influencia de estupefacientes, principalmente cocaína. Su vida ya nunca más volverá a ser como la de antes.