TMte gusta como canta Alberto Cortez . Siempre he admirado ese timbre de voz tan limpio, tan profundo y tan rotundo. Seguro que los jóvenes de hoy ni siquiera han oído hablar de él, pero usted y yo, que ya tenemos una edad, lo hemos escuchado muchas veces y, de tanto en tanto, hasta tarareamos sus canciones. Cuando yo era pequeño, una de las canciones que más me emocionaba era la que comenzaba diciendo "El abuelo un día cuando era muy joven allá en su Galicia".

Me emocionaba por la música, por lo que decía, y porque me recordaba a mis abuelos que, desgraciadamente, había perdido muy pronto. Una de las primeras personas que me hizo reflexionar a fondo sobre el valor de los abuelos fue Jesús Garzón Heydt . En una conferencia que pronunció en el aula Clavellinas, afirmó que una de las cosas más importantes que debemos hacer en relación con la educación de nuestros hijos es fomentar que vayan al pueblo y que hablen con los abuelos. En cierta forma, Garzón verbalizó lo que muchos padres sentíamos y hacíamos de manera inconsciente. No sé qué pensará usted, pero a mí me parece que la educación que los abuelos inculcan en los nietos está llena de tranquilidad, de sabiduría y de generosidad.

No se rige por las prisas modernas de los padres que ocupan su horario en mil cosas diferentes y que tantas dificultades encuentran para sentarse a hablar por hablar, sin buscar un objetivo académico o admonitorio. Como yo no pude disfrutar mucho de mis abuelos, siempre he fomentado que mis hijas lo hicieran desde muy pequeñas, y tuve muchas dificultades para consolarlas cuando algunos se fueron yendo, de la misma manera que todavía tengo dificultades para consolarme cuando me recuerdan o me preguntan por los que ya no están, algo que ocurre muy a menudo. Este fin de semana va a tomar su primera comunión mi hija pequeña. Desafortunadamente, solo la acompañará una de sus cuatro abuelos. Como el dolor por las pérdidas está todavía muy reciente, intentaremos disimular todo lo posible, de manera que ella se sienta como una princesa, felizmente rodeada de su familia y de sus compañeras de clase. Pero la guitarra acabará sonando, como siempre que hay una fiesta en mi familia porque somos "mu cantaores" y será inevitable la nostalgia y el recuerdo. Así, mientras la única abuela se multiplicará repartiendo su sabiduría y su protección sobre su nieta, sonarán algunos acordes en la guitarra y, entre ellos, por supuesto, los de Alberto Cortez.