Es una estampa insólita. En sus años de historia, que no son pocos, había vivido la feria de Cáceres un panorama semejante porque si hay fechas consolidadas en la ciudad, sin duda, San Fernando es una de ellas. Pocos serán los cacereños que no conservan recuerdos de su infancia, por minúsculos que sean, en los coches ‘chocones’, su adolescencia --y algún mareo-- en el barco vikingo y su madurez en la tómbola El Maño, de camino a las casetas. Como cada año, desde hace treinta que se ubica en la periferia -en sus inicios se celebraba en El Rodeo y más tarde en los Fratres-, la feria debía ser epicentro para la ciudad esta semana. No obstante, este sábado, ese regusto polvoriento que deja a su paso el gentío, el bullicio descontrolado y el movimiento ha sido sustituido por otros dos protagonistas, el silencio y el vacío. Ni luces, ni ruidos, ni esperas, nada. La crisis sanitaria se ha llevado la vida por delante.

Sobre la explanada, más desértica y solitaria que nunca, los que deberían ser sus protagonistas estos días, feriantes de toda Extremadura que, en lugar de estar viviendo una de las jornadas grandes sobreviven a su particular cuarentena, una por partida doble, que les obliga a pausar sus negocios y su modelo de vida nómada. Entre ellos se encuentran Juan Méndez de Coria, Félix Sansegundo de Badajoz, los hermanos Carlos y Diego Fernández, Antonio Martínez de Cáceres y Carlos Serrano de Navalmoral de la Mata. Todos pertenecen a generaciones de feriantes y bromean con que nacieron tras los mostradores de las atracciones y negocios que ahora regentan. «Hemos crecido en la feria, más que una profesión, es una vocación, aquí tienes a tus amigos, nos tenemos que adaptar a una vida que no es la nuestra, estamos acostumbrados a ir de un sitio a otro y ahora estamos en casa», sostienen.

Ataviados con la mascarilla y una pancarta de apoyo al sector, no ocultan la tristeza que les produce ver el recinto desamparado, ahora solo ocupado por sus vehículos. «Lo vivimos mal, es triste verlo así, es desolador», lamenta Martínez. Una noria de 40 metros había comprado para este año Antonio García, que cada año reparte casi una decena de atracciones en el recinto cacereño. «Ayer habría sido un gran día y hoy también, este año caía muy bien, teníamos todo el verano por delante». lamenta.

«Somos invisibles»

Sobre la propuesta para recuperar la feria en septiembre, tal y como anunció el ayuntamiento hace semanas coincidiendo con San Miguel, los feriantes ven con buenos ojos la iniciativa y ponen de manifiesto su agradecimiento al equipo de Salaya «por mostrar su preocupación» por un sector que da empleo a 1.500 familias en Extremadura y 30.000 en el país. En ese sentido, sostienen que, aunque en una situación normal coincidiría ese mes con la celebración de otras ferias a nivel nacional, lo cierto es que el sector, por el momento, está paralizado en todo el país y por tanto, aunque con la prudencia que supone que aún no haya «certezas», aplauden la intención.

Más críticos se muestran con la pasividad del gobierno central para dar soluciones al sector. «No aparecemos en los documentos, ningún sitio, somos invisibles». «Somos conscientes de que hasta ahora la prioridad era la salud pero ya muchos sectores tienen planes y a nosotros no nos dicen nada, queremos volver a trabajar, nos adaptaremos a las medidas que sea, pero que nos digan algo», concluye Martínez.