TItba yo a comprar acelgas cuando me encontré con Maite. Pero qué guapa está. Me pidió: "Dile a la concejala de Dinamización que ya que ha solucionado el problema de los niños con una guardería. A ver cuando pone una caseta para que pueda aparcar al muermo de mi marido". Por lo visto su marido pertenece a ese gremio de cónyuges de ambos sexos que odian las ferias y buscan pretextos para no ir ni dejar ir y largarse a una playa. Que si el ruido, que si el polvo, que si los olores, que si el gentío... Pero ¿qué esperan de una feria? Debería ser una caseta de grandes dimensiones pues en ella se aparcarían los cónyuges que encuentran ridículo bailar el Chiqui chiqui o el Aserejé , los que a las doce y cuarto están dormidos, los que se hacen el mudo, los que en nombre de las dietas no permiten una comida ferial con "esto parece que es pollo" con guarnición de "vete tú a saber lo que es esto", las que no tienen vestido para ir de tarde, las que no lo tienen para ir de noche, las de los dolores de cabeza. Esta caseta dispondría de varios televisores que proyectarían programas del canal Viajar con las playas más hermosas del mundo. Vale, Maite. ¿Dónde quedamos tú y yo? Porque a mi mujer tampoco le viene bien la feria.