TEtl 19 de junio de 1820 era ajusticiado por garrote vil, en Cáceres, Antonio Merino , alias 'Zájaro', uno de los bandoleros más famosos de Extremadura. Durante años formó, junto a Melchor González , alias 'Platero', la partida más peligrosa de cuantas abundaron por serranías y caminos, la de Melchor y Merino.

Merino había sido detenido en Elvas junto a su compañera de partida Rafaela Sánchez , 'la Valenciana', la única que le había sido fiel hasta el final, cuando la mayor parte de su cuadrilla había caído en manos de la justicia. Su correligionario Melchor ya había sido ejecutado y otros como Lechón , Almarza y Roque se encontraban presos en Cáceres para ser conducidos a la Sala del Crimen en Badajoz, operación que no se pudo realizar hasta pasadas las ferias de Trujillo, donde se había desplazado la tropa para proteger a los que asistían a este importante encuentro ganadero.

El mismo alcalde cacereño reconocía en 1820 no poder trasladar presos a Badajoz puesto que "el traslado no ofrece la seguridad correspondiente debido a los peligros que hay en los caminos y particularmente en la Sierra de San Pedro". Cuando es ejecutado, Merino tiene 35 años, a pesar de su juventud es un curtido bandolero. Sus inicios no son diferentes a los de otros muchos que se tiran al monte por diferentes cuestiones, desde porfías rurales rematadas a golpe de faca o trabuco, que obligan a vivir al margen de las leyes, hasta hijos del infortunio que huyen, hacia adelante, de la pobreza y la hambruna a la que el sistema de propiedad de la tierra les condena. Muchos se curtieron en la guerra contra los franceses, que les unió para siempre a una actividad de la que solo les rescató el doliente patíbulo.

Los caminos para llegar al bandolerismo fueron muchos y no siempre coinciden con la visión romántica que autores imprimieron de ellos que, en algunos casos, mostraron unos grados de crueldad que nada tenían que ver con ese enfoque social y justiciero. Fueron un mal endémico y un auténtico drama para comerciantes, ganaderos o viajeros que sufrieron la inseguridad, desolación y muerte que las partidas de bandoleros imponían en los caminos.