Al no tenerse documentos que aclaren cómo y cuándo se produjo esta fiesta, hay que basarse en los estudios de la Baja Edad Media, principio de la Moderna y en las antiguas coplas peropaleras para comprenderla. Entonces España estaba jerarquizada en dos estratos sociales muy desiguales, el de los privilegiados y el de los pecheros; este último censaba el 85% y englobaba artesanos, comerciantes, agricultores, jornaleros, etcétera, que eran los que trabajaban y estaban obligados a pagar impuestos reales y otros diezmos. Aparte de estos pagos, gran parte del desafortunado campesinado, tenía que pagar el arrendamiento de las tierras a los privilegiados.

Esta desigualdad social en ocasiones se agravaba por las enfermedades, malas cosechas y la continua presión de los recaudadores, que solían ser judíos. Posiblemente, estas circunstancias llevaron a los humildes aldeanos veratos de Viandar, Talaveruela, Valverde, Villanueva y Madrigal a protestar con rogativas en el señorío de Valverde, empalándose con aperos y espadas, alegando que están en la miseria y crucificados con tantos impuestos para guerras y señoríos. Los villanovenses secundaron la protesta contra el sistema de forma más profana, haciendo un pelele llamado Peropalo con el que parodian a un cobrador judío durante el Carnaval.

Como los judíos y falsos conversos estaban siendo cada día más hostigados por la Inquisición, buscaron un atenuante y comunicaron a dicha institución que en Villanueva de la Vera, los cristianos todos los años mataban a un judío y no eran por ello castigados. Al ser la denuncia calificada e incoada por el Santo Oficio, algunos villanovenses fueron encarcelados en Llerena. Al juicio llamaron a declarar testigos de varios pueblos cercanos, según las coplas. Los acusados alegaron que se trataba de una parodia durante los días de Don Carnal. Escuchadas las alegaciones, el tribunal exigió ver la ceremonia, simulacro que les fue agradable. Concluidas las indagaciones judiciales y dictarse sentencia favorable a los peropaleros, estos fueron liberados y compensados con una bandera, dos alabardas de plata y varios tambores, para que siguieran celebrando la fiesta en su localidad, causándolos un gran regocijo, que lo fueron manifestando con los tambores hasta llegar a su localidad, júbilo que está contemplado en las coplas.

Por normas, la Inquisición no descubre a los denunciantes, para evitar venganzas; quizá por eso, uno de los versos menciona a un don Diego de la Jara, nombre que en Villanueva jamás apareció, basándose en la expresión coloquial de Diego. Para hacer frente a los gastos inquisitoriales y ayudar a las familias afectadas, los cristianos de Villanueva realizaron colectas, bondad que no agradó a los judíos y falsos conversos, que procedieron a incordiar a los oferentes. Este acto bondadoso fue incorporado posteriormente a la fiesta, con el Ofertorio, solidaridad que perdura cuando a una familia la ocurre una desgracia.

El Peropalo, al que también llaman Revive, suele ser todos los años el mismo al que retocan la noche del sábado al Domingo de Gordo. El día de mayores acontecimientos es el martes, comenzando a primeras horas de la mañana en el ayuntamiento, con un ligero juicio popular para condenar a muerte al pelele. A continuación, el reo representado por un mozo que lleva la sentencia prendida en la espalda, es montado en un asno para dar comienzo a las elecciones, siendo paseado por el pueblo para que sea humillado. En tiempos pasados, el reo iba cubierto con una arpillera y tocado con una coroza; la coroza dejó de llevarse hace un siglo. A media mañana los capitanes con su comitiva y al son de tambores, se dirigen a la casa parroquial a por la bandera y alabardas. Las alabardas de plata, según los ancianos, se vendieron a comienzo del siglo pasado con fines benéficos y se suplieron por otras de hierro.

Después de comer comienza el paseo, encabezado por el Capitán y la Capitana, seguidos por sus séquitos ataviados con trajes típicos. Hace años la comitiva escoltada por los alabarderos al son de los tambores, acompañaban hasta el ofertorio a las autoridades y al sacerdote que llevaba una cruz para presidir la mesa.

En el ofertorio los calabaceros, disfrazados y tiznados, golpean con calabazas vinateras o lagenas a los que van a ofrecer. A veces están algo ebrios y queriendo o sin querer, dan más fuerte de lo debido, por tal causa hay oferentes que tienen ´lagenofobia´ de entrar a ofrecer; por cortesía a las mujeres no se les suele dar. Desde mediado del siglo pasado, debido a la poca seriedad de los calabaceros, el sacerdote dejó de presidir la mesa. El dinero recaudado se ha destinando para misas de ánimas y para ayudar a familias necesitadas.

Durante el ofertorio el Capitán y la Capitana, escoltados por los alabarderos, pasean con la comitiva por el pueblo entonando canciones. El porta la bandera y ella un vigoroso tallo de zarza con sus aguijones. La zarza va anunciando que la comitiva es custodiada con las alabardas de los soldados de la zarza, cuerpo especial del santo oficio, que encabezaban los autos de fe; de ella pende una ristra de chorizo de cerdo sujeta con un precioso lazo, simbolizando la unión de los católicos, que son los que comen esa carne. Al ser una fiesta que aflora la orgía, hay quien relaciona el embutido con el falo del pelele y la sexualidad; si eso hubiese sido, los inquisidores que también perseguían la inmoralidad, lo hubieran reprimido. Al finalizar el paseo y la Jura de Bandera, se procede a matar y quemar al muñeco y los capitanes agasajan con un convite a todos.

Observaciones

Como en aquellos tiempos el nivel cultural era bajo, no se los debió dar valor a los posibles documentos notificativos inquisitoriales que debieron perderse. Ahora sólo queda buscarlos, si se conservan, en los archivos de la Inquisición. Otro recurso es analizar las antiguas coplas, que parecen pertenecer al siglo XVII. Algunas de ellas han sido modificadas y en ocasiones son cantadas con diferentes connotaciones y las hay que siembran incógnitas.

Se debe respetar la originalidad de la fiesta y aunque son días para desahogarse, no quita divertirse sin gamberradas, conducta frecuente con unas copas demás, como ocurrió en la década de 1950, cuando unos mozos quitaron al Peropalo su pañuelo del cuello y aparecieron sus restos quemados. Estos comportamientos desvirtúan esta fiesta, de interés turístico, y que ningún gobierno ha prohibido. Si algún año no se celebró fue por alguna desgracia como ocurrió durante la guerra civil.