Actriz y dama del cabaret, es una mezcla cacereño-dominicana que destila dulzura y sensualidad. Profunda y sensible, EL PERIODICO quedó embelesado con los labios, la mirada, piel canela y espalda de vértigo de Fifi Conchita Miranda.

--Hoy me siento afortunado...

--¿Por qué te sientes afortunado? (pregunta sorprendida).

--Porque por fin estoy frente a mi diosa de ébano...

--¿Esa soy yo, te parece que soy yo una diosa de ébano? No me siento para nada una diosa. Soy de lo más normal, sencilla y con muchísimos defectos.

--Y la miro e imagino que nada debe saber tan dulce como su boca...

--¡Eso no te lo puedo decir! (ríe a carcajadas). Me cuesta mucho profundizar, destapar mi interior. Soy muy pudorosa.

--Tan solo alguna cosa que no se nombra...

--Bonita canción, pero yo me quedo con mi interior, con mi corazón, soy muy sensible.

--En mis sueños siempre la veo jugando con las olas en las playas de Santo Domingo...

--Vivía en una aldea junto a Montellano y no jugábamos mucho en la playa, íbamos más al río.

--Y ahora, ya despierto y viendo su espalda desnuda, me noto más acalorado que nunca...

--Entiendo que te sientas acalorado (más risas). Aunque me gusta que me dejen a mi bola, también me gusta que me miren, creo que por eso hago teatro. A todos nos gusta gustar.

--¿A qué jugaba de pequeña?

--A mandar a mis hermanas, a peinarlas y vestirlas, era muy manejanta, era y soy muy mandona.

--¿Y por qué hay chicas a las que les cuesta trabajo confesar que de pequeñas jugaban a los médicos?

--Nos cuesta a todas. Cuando estás descubriendo el sexo lo ves como algo malo. Un día jugando al escondite, un primo mío me enseñó su colita , lo recuerdo y todavía me da grima. Al cabo de los años volví a verle, me costó darle dos besos porque tenía esa imagen y sentí un poco de rechazo (más risas).

--¿Cómo fue su primer beso?

--¡Qué mal lo pasé! Fue algo explosivo, para recordar siempre, y que no se olvidará, pero nada más.

--¿Y sigue buscando la mirada de él cuando sale a la calle?

--¡Para nada! (más risas). De hecho fue mi amor platónico mucho, mucho tiempo. Después ves como cambia la gente. Y te digo una cosa, las mujeres cambiamos para mejor, pero los hombres...

--Lo hacemos para peor...

--Sí, porque esa barriga, el quedarse calvo, el descuidarse tanto...

--Dejó Santo Domingo y llegó a Cáceres ¿en busca del paraíso?

--No. ¡En busca de mi madre, como Marco! (carcajadas). Mi padre conoció a mi madre cuando él fue a jugar a Santo Domingo a fútbol. Se vinieron para acá y estuvimos cinco años sin ellos. Fue un tiempo muy triste porque los echábamos mucho de menos. Mis padres tenían el restaurante Leoncio y yo llevo aquí desde los 9 años.

--Y logra con su presencia que se tambaleen los pilares más conservadores de la ciudad...

--No creo que yo consiga tambalearlos, pero sé que soy una persona que destaca, a lo mejor por mi color, porque siempre he sido muy escandalosa. Creo que la gente me observa un poco más porque soy diferente y me salto demasiado el protocolo.

--Y se mete a actriz transgresora y descarada...

--Sííííííííí...

--¿Qué le dijeron papá y mamá?

--Pues nada, ellos ya lo veían venir y les pareció bien.

--Y yo me pregunto: ¿Por qué la gente se lleva las manos a la cabeza ante una cabaretera?

--Hay gente que no sabe lo feliz que te puede hacer el cabaret y lo infeliz que es hacerse funcionario.

--¿Fifi, se emborracha y llora cuando tiene depresión?

--¡Ay no!. Ayer le pregunté a mi novio, ¿lloro mucho? y él respondió: ¡Mogollón!. No me emborracho, no. Salgo muchísimo menos de lo que salía porque no me gusta como está Cáceres. Me gustaba la Belle Epoque antigua, allí me sentía la reina del pista, un poco Jonh Travolta. Y ahora para salir a escuchar a Bisbal y ver como la gente se emborracha, se emborracha y nada más, me quedo en mi casa.

--Y para despedirnos, ¿me dedica algún entreacto?

--Te dedico a tí solito 69 cigarrillos , que habla de las relaciones de pareja, del amor y el sexo.