Inauguramos el mes con la apertura --provisional-- de Primo de Rivera, aún con maquinaria a ambos lados y con obras bajo el pavimento. Casualidad o fatalidad, muere el cedro al mismo tiempo: el árbol centenario que se trasplantó con motivo de estas obras, y que no arraigó como hubiera debido en el Parque del Príncipe.

Suponemos que, a largo plazo, consideraremos estos meses de --bloqueo-- como un mal necesario para una mejora de infraestructura urbana, no tanto así lo será la agonía vivida por el cedro; una especie que protagonizó una cruzada verde ciudadana jamás vista anteriormente en nuestra urbe.

Bien es cierto que el triste desenlace no se deseó jamás por ninguna de las partes, y que la máxima --el fin justifica los medios-- pasa de largo en este caso, puesto que el trasplante no se contempló como mal necesario, sino como solución temporal, ya que nadie preveía tal final. Hablamos pues, de que los medios justificaron el fin, y no viceversa... aunque siempre habrá opiniones que difieran de esta afirmación.

Sea como fuere, el daño está hecho, y muchos son los que, tras retirar el vallado y haber abierto este tramo, echan en falta aquel robusto tronco coronado por nido de cigüeña.

Pero el icono verde del centro de la ciudad se niega a morir sin más, la cruzada que comenzó hace casi un año, continúa, y hay muchos artistas locales que se han propuesto darle una segunda vida al árbol que no debió cambiar de hogar. Sus ramas inertes quieren volver a la vida en forma de arte, y antes de ser retirado --algo que debe hacerse por peligro de derrumbe--, Cáceres Verde ha solicitado poder hacer uso de su madera para prolongar su recuerdo a través de diferentes obras artísticas.

Un 'último adiós' diferente, poético y lleno de belleza, para retrasar la despedida, para evitarla, para añadir un presente y un futuro al cedro centenario que ahora sólo es pasado, un pasado que siempre formará parte de nuestra memoria. Una segunda oportunidad con un propósito diferente. Un final alternativo con unos medios justificados.