TDticen las monjas que atendieron a Antonio Gramsci en su lecho de muerte que, al final de su vida, aquel pensador, líder y cofundador del Partido Comunista Italiano se había convertido al cristianismo, recitando un viejo axioma jesuítico atribuido a San Francisco Javier, que también se aplica a los últimos momentos del propio Felipe II: "La ciencia más acabada, es que el hombre en gracia acabe, que, al final de la jornada, aquel que se salva sabe y el que no, no sabe nada" .

Así, pues, la estrofilla popular viene a ser buena y aprovechable, tanto para los ateos, comunistas de fuertes convicciones sociales, como para los fanáticos jueces inquisitoriales, que juzgaban y condenaban a los reos por su fe, más que por sus delitos. La ciencia más acabada --diríamos hoy-- es que todo es relativo, y solamente el consenso general marca la diferencia entre los buenos y los malos.

Aquí vamos a aprovechar las sutiles enseñanzas de estos versos para traerlas a nuestro terreno, y hacer varias observaciones irreverentes al calor de las dudas y despropósitos que dejaron vivibles las pasadas elecciones generales de diciembre, y de las próximas secuencias políticas que se abren en nuestro país al socaire de la posible y deseable convocatoria de una nueva elección en junio, para "enderezar entuertos" --que diría Don Quijote-- y poner acuerdo y cordura allí donde ha dejado de haberla.

Estamos a finales de una atropellada legislatura del poder legislativo. Cuatro años de pesadilla en los que se han desbaratado los parámetros del "bienestar social"; se han conculcado todos los derechos laborales, salariales y sociales de los trabajadores; conquistados en una larga reivindicación obrera que ya empezó --peligrosamente-- en los últimos años de la dictadura. Dictadura a la que tantos parecen anhelar por su "estabilidad" y firmeza en las "reformas".

Cuatro años en los que se han liquidado las garantías sanitarias, educacionales y culturales; la libertad de las mujeres para ser o no ser madres; la libertad de los ciudadanos para protestar, manifestarse, exigir el debido respeto ante las Cortes Generales u oponerse a que los garantes del orden y de la justicia --que juraron en su día "cumplir y hacer cumplir la Constitución"-- se dediquen a expulsar a las familias pobres de sus casas, de sus viviendas sociales, para que los bancos puedan enajenarlas a "fondos buitre" y obtener beneficios ilegales sobre unas viviendas públicas, que fueron edificadas para alojar a familias sin recursos y no para especular.

¡Y aquí estamos! Al final de aquellas desdichadas jornadas legislativas, sin haber aprendido nada; y dudando si "colocar" --ante unas nuevas elecciones-- al frente de los poderes del país a aquellos que lejos de salvar al conjunto de los ciudadanos, los hundieron un poco más en la indignación, en el descontento, en la desigualdad y en la corrupción.

Aquel que se salva sabe, y el que no, no sabe nada...