TUtno de los espacios televisivos más frecuentes en casi todas las cadenas dedicadas a la información ciudadana, especialmente cuando esta información va referida con especial dedicación a la vida política, es la tertulia --sea matinal, vespertina o nocturna-- en la que se concitan una serie de periodistas y expertos en tan delicado tema, para deliberar, debatir, discutir y hasta pelearse con palabras gruesas, sobre las novedades, retrocesos y estancamientos que está sufriendo el País a cuenta de las iniciativas y proyectos que las nuevas fuerzas políticas van difundiendo y defendiendo para volver a reencajar las piezas y hacer funcionar un mecanismo nacional que ha perdido fuelle y energía desde el último "plebiscito" en el que los ciudadanos desencajaron y rechazaron los engranajes diseñados para mantener un sistema basado en el "clientelismo", en la manipulación y en las diversas corruptelas favorecidas por el liberalismo centrista.

Las tertulias han llegado a ser tan variadas y pintorescas que incluso admiten clasificaciones por especies, por ramas o por familias; aunque aquí, en esta simple reflexión sobre su existencia y su "morbo", nos vamos a ceñir a su ubicación en los diversos ámbitos ideológicos de los que disfrutamos los ciudadanos de "a pié", y a los resultados de sus interminables debates. Aunque esto último, la mayoría de las veces, resulte imposible por el solo hecho de que todos los "tertulianos" siguen en sus posturas al final de cada programa, como las tenían ya al comienzo; incluso, como la vienen manteniendo --día tras día-- desde que se instauró esta moda de entretener y desinformar a los más conspicuos televidentes.

España ha sido desde siempre un país muy rico en cuevas prehistóricas, en cavernas profundas y llenas de representaciones atávicas, pinturas rupestres y símbolos de las creencias y mitos más viejos y atrasados de la Humanidad. Entre sus estalactitas y estalagmitas se han instalado, desde hace siglos, una serie de "cavernícolas" que encuentran en estas soledades, en este oscurantismo, en este aire ancestral e inamovible, los argumentos más sólidos y perennes de su actual ideología. Argumentos que continuamente repiten en las tertulias de las que hablamos; en artículos de prensa, en debates públicos y en manifestaciones callejeras; haciendo oídos sordos a cualquier planteamiento "progre", de "izquierdas radicales" y de "poco sentido común" que puedan plantearle otros contertulios con visiones más abiertas y luminosas que las suyas.

También es cierto que, dada la profundidad de muchas de estas cavidades ideológicas, podemos encontrar a gentes instaladas en sus zonas medias --"mediáticas", diría yo-- y hasta en sus zaguanes de salida; desde donde se ven mejor las perspectivas exteriores, más luminosas y abiertas; en las que normalmente se producen los avances y progresos que marcan el desarrollo de las sociedades más dinámicas y "progresistas". Pero, si tenemos en cuenta que la mayor sonoridad, los ecos más violentos, se dan siempre en el fondo de la caverna, nos explicaremos el por qué son las posturas más atávicas las que predominan entre los líderes políticos.