C on auténtico y merecido orgullo recuerdan aún algunos vetustos socialistas la brillante historia de ‘Este Viejo y Nuevo Partido’. El Partido Socialista Obrero Español que supo marcar muchos de los ritmos -unos tristes y otros alegres- de la Historia reciente de España, en la que intervinieron desde hace 137 años, para hacer de nuestra patria común un Estado moderno, integrado, abierto y democrático, en el que las ciudadanas y ciudadanos españoles gozasen de los derechos y libertades comunes en el resto de los Estados europeos. Para impulsar y desarrollar una Constitución; para arrinconar un Régimen corrompido por el absolutismo, y denostado por todos los países del Mundo. En definitiva, para facilitar a la gente su participación en el gobierno y administración de sus Ayuntamientos, Diputaciones Provinciales o en el mismísimo Estado Nacional.

Entre sus primeros militantes y entre sus líderes y secretarios hubo siempre notables oradores, pensadores y dirigentes sociales; al lado de mujeres destacadas y brillantes; junto a miles y miles de afiliados y compañeros; conduciendo y ensanchando las filas de su militancia, hasta constituir un hermoso referente ciudadano, cohesionado y polícromo, en el que crecieron y germinaron las esperanzas de las clases populares y trabajadoras; las de los desheredados y las de los marginados; que la sociedad ‘liberal-capitalista’ había ido arrinconando por su ‘insolvencia’ económica; por carecer de propiedades para ‘trapichear’ en el libre comercio; o por no pertenecer a las ‘clases medias y altas’ que tenían monopolizado el juego de especulaciones y repartos de valores puramente materialistas. Que eran -y siguen siendo- la única vía de reconocimiento cívico y de éxito social.

El PSOE cooperó en la Transición aportando su vieja experiencia republicana y su savia nueva para volver a encajar los trozos del puzle nacional que habían sido dispersados por la Guerra. El Partido Socialista Renovado se unió al Partido Socialista Popular, al Partido Socialista de Cataluña, al del País Valenciano y al Andaluz, para configurar una formación política extendida por todo el País; asentada en los principios de la ‘Socialdemocracia Europea’ -efectiva como oposición a la Democracia Cristiana de los partidos de Derechas- y esperanza de la mayoría de los españoles ante los fallos de los Partidos de Centro; y por el terror provocado por el ‘Tejerazo’ de 1981, que puso en ‘solfa’ la vigencia misma de la democracia.

¡Qué desgracia que el hermoso jarrón de ‘puños y rosas’ que adornaba ya la cálida alacena de nuestra convivencia socialista, haya sido vapuleado, empujado y arrojado al suelo por ambicioncillas ramplonas de poder personal, para repartirse los trozos de poder en cada agrupación o en cada Comunidad Autónoma!

¡Qué lástima que todo ese brillante búcaro de recuerdos y de entrañables compañeros y compañeras esté hoy hecho añicos, y sus trozos sean tan difíciles de ajustar de nuevo para lucirlo otra vez, en medio de la actual crisis. Pues los que creen poseer cada uno de sus fragmentos se niegan a pegarlos o ‘coserlos’ con generosidad y amplitud de miras, esperando sacar algún ‘carguillo’ o alguna ventaja en el futuro PSOE ya remendado.

Los ‘jarrones’ políticos sólo sirven si están enteros. Rotos, sólo sirven para acumular el polvo de la ineficacia y de la confusión.