Seglar y licenciado en Historia, centró ayer la conferencia organizada por la Delegación de Pastoral Obrera de la diócesis. Horas antes habló para EL PERIODICO de la política, el movimiento obrero y la Iglesia.

--¿La política está desprestigiada?

--Mucho. Sobre todo por dos razones, una por el comportamiento de eso que llamamos la clase política, y otra, más de fondo, que es la manera que tenemos de entender la política en nuestra sociedad. Creo que la política se entiende como algo que hacen los políticos. Ese es un concepto muy reductivo porque en realidad la política es todo lo que hacemos las personas para construir la vida social. Político es lo que se hace en una asociación de padres y madres de alumnos, en una asociación de vecinos, en una oenegé, en el trabajo...

--¿Qué tiene que ver la política con la Iglesia?

--Tiene que ver porque a quien le importa lo que le ocurre a las personas, le tiene que importar lo que ocurra en la vida social. Creo que en ese sentido los cristianos muchas veces cometemos el error de pensar que la política no tiene que ver con la fe de la Iglesia. Y tiene muchísimo que ver, porque la felicidad de las personas, nuestra humanidad, tiene mucho que ver con la vida social y la política es eso.

--¿La Iglesia se mete en política?

--Algunos sectores de la Iglesia cometen el error de entrar en disputas políticas partidistas. Creo que la Iglesia debería situarse desde cualquier lugar para afirmar la dignidad humana, la justicia y sobre todo algo que debería ser muy importante para la Iglesia: qué es lo que pasa con los pobres. En eso debería meterse, y mucho, la Iglesia. En las disputas partidistas debería evitar meterse y a veces se mete en esa dinámica y creo que eso no es bueno.

--¿Y en qué se diferencian estas disputas con la doctrina social de la Iglesia?

--La doctrina social de la Iglesia plantea todo un conjunto de principios, de valores, una manera de entender lo político, pero para eso necesitamos instrumentos: organizaciones sociales, vecinales, educativas, ciudadanas, partidos políticos, sindicatos... En lo que deberíamos estar de acuerdo los cristianos, que muchas veces no lo estamos, es en cómo centramos la construcción de vida social en la dignidad humana, en la justicia y en que no haya pobres en nuestra sociedad.

--Vivimos en plena crisis económica, con grandes amenazas para el mundo obrero, ¿cómo hacer frente a ello?

--Hay dos problemas de fondo, que no sé si se están abordando y que son muy importantes para afrontar la crisis: por una parte tenemos que cambiar el modelo de organización económica y social de nuestra sociedad. Y por otra parte hemos de darnos cuenta de que la crisis económica es en gran parte una crisis moral. Ahora hay un 14% de parados, ¿por qué el 86% restante no somos capaces de que esas personas no pasen necesidad?. Hay un problema de concepción de la solidaridad, de lo que significa la justicia en la vida social. En ese sentido hay una crisis ética muy fuerte. A todos les parecía bien ese modelo económico, pero ese modelo, como se ha visto ahora, es un desastre.

--¿Y no le parece que estas palabras suenan huecas en una sociedad cuya base es el consumismo?

--El consumismo es un camino que provoca injusticia y empobrecidos. Y lo que nos hace humanos es la preocupación por los otros. La solidaridad, la convivencia, la preocupación por el otro... nunca son palabras vacías, lo que ocurre en que se han convertido en palabras que, como dice un compañero mío, están muy bien pa dichas, pero no encontramos la forma de vivirlas.

--¿Benedicto XVI dice que el infierno existe. ¿Cómo cree que se tomará eso el albañil en el andamio o el minero en el tajo?

--El infierno existe, pero efectivamente está aquí. Cuando hablamos de cielo o infierno enseguida pensamos en lo que hay más allá de la muerte. Creo que hay que hablar de la vida cotidiana de la gente, porque el infierno para mucha gente está aquí, gente que mañana no sabe si va a tener un salario, un trabajo, si va a poder vivir con dignidad, eso es lo que nos debería preocupar.