Los fruteros cacereños aseguran que no tienen dinero para pagarse spots publicitarios ni campañas de promoción. "Si queremos defender nuestros pequeños negocios frente a las grandes cadenas, las únicas armas son la calidad y el precio, y para eso el público tiene que ver nuestro género, sobre todo en los tiempos que corren", explican. Por ello, la intención del ayuntamiento de hacer efectiva la prohibición de exponer fruta en la calle ha caído como un jarro de agua fría, justo ahora que las ventas están difíciles. El gremio teme un 30% de pérdidas en los mejores casos, la reducción de sus puestos de trabajo e incluso el cierre de tiendas que no podrían sobrevivir solo con el espacio interior. "¿Y el mercado franco? ¿Y las ferias gastronómicas con las tapas en la calle? ¿Y el mercado medieval?", se preguntan, pidiendo "igualdad".

La exposición de fruta en la calle está prohibida en todo el país por el Real Decreto 381/1984. En su artículo 14 lo deja claro: "Queda expresamente prohibido utilizar vías públicas en sustitución de la sala de ventas o de la trastienda, ni siquiera mediante vehículos automóviles propiedad de su titular" . Sin embargo, en la mayoría de municipios se hace la vista gorda a esta práctica por los empleos que genera y por la imagen fresca y colorista que aporta a la ciudad. No obstante, en algunas capitales se ha intentado poner freno durante los últimos tiempos, por ejemplo en Valencia en 2008, y en Badajoz o Cartagena este mismo año. En todos los casos hubo un descenso de la actividad mientras los controles policiales fueron más continuos, pero la fruta vuelve a estar en las aceras. Las capitales europeas o americanas tienen otro concepto y la venta de alimentos en las calles es más frecuente.

En Cáceres, el ayuntamiento anunció el pasado 27 de septiembre su intención de hacer cumplir la prohibición, y agentes de la policía local ya han visitado las tiendas para informarles. La alcaldesa, Elena Nevado, ha asegurado que la decisión se ha tomado por razones de salubridad y que la práctica está prohibida sin los pertinentes permisos de sanidad. La cuestión es que sanidad no puede dar ningún permiso al no estar permitida la exposición en la calle. Los fruteros se ven por tanto sin más alternativas que recoger la mercancía (algunos han optado por ello y otros no tienen espacio suficiente) o mantenerla en la calle enfrentándose a posibles sanciones. Muchos han tomado esta decisión, esperando a que el ayuntamiento les ofrezca en próximos días algún tipo de propuesta "buena para todos".

Porque los fruteros están dispuestos a abonar las mismas tasa que las terrazas de los bares y a someterse a una norma que regule cómo deben exponerse sus productos en la calle (tipos de cajas, altura de las estanterías, máximo ancho permitido...). "Si ocupamos parte del espacio público, es lógico que paguemos por ello, y además entendemos que no podemos impedir el paso a peatones, carritos de bebés o sillas de ruedas", explica Sara Calero, comerciante desde hace 24 años. Su tienda de Reyes Huertas es un vergel de fruta. Solo en manzanas, por ejemplo, ofrece doce tipos. "Yo no tengo opción a publicidad ni márketing. La variedad y la calidad son mi estrategia. Si no puedo mostrarla en la calle, perderé más del 30% de venta, y no está la cosa para perder ni un 1%", explica.

FUENGIROLA SÍ

Los fruteros cacereños tienen un espejo en el que mirarse. El municipio de Fuengirola regula explícitamente en su ordenanza de vía pública la exposición de fruta, y por tanto la permite con unas normas muy claras: altura, longitud y anchura máxima de la estructura expositora, material (hierro galvanizado), color (lacado en negro), espacio entre baldas (0,40), inclinación de los estantes (del 7% al 10%) o material de las propias cajas (plástico), entre otras muchas precisiones. Los comerciantes cacereños se mostrarían muy satisfechos con una normativa similar, y el ayuntamiento tiene en sus manos la ordenanza de Fuengirola, pero de momento no se pronuncia.

Los fruteros aguardan inquietos. Su negocio dependerá en buena medida de lo que se decida. La Asociación de Empresarios del Comercio de Cáceres (Aeca) ha elaborado un escrito en el que propone al ayuntamiento algunas soluciones, pero de momento no ha trascendido nada. Algunos comerciantes prevén fuertes pérdidas, otros tendrán que cerrar directamente porque dentro del local no tendría cabida la mercancía expuesta en la calle, o porque saben que el negocio perderá todo su reclamo.

"La exposición exterior supone dos tercios de las ventas. De hecho, no cerramos a mediodía para no vernos obligados a recoger la mercancía, y por eso disponemos de dos turnos de trabajo. Si lo prohiben, perderemos actividad y puestos laborales, tal y como están los tiempos...", lamenta Antonio Amaya, un comerciante veterano de Pinilla.

En cualquier caso, los propietarios y empleados de las tiendas no entienden el "agravio comparativo" que para ellos supone el mercado franco (donde la fruta se apila en el suelo y se vende en plena calle), las ferias de carácter gastronómico (en las que se consumen tapas al aire libre), otros eventos similares como los mercadillos del casco histórico o los propios quioscos de golosinas.

"PEDIMOS COHERENCIA"

El gremio tampoco comprende el momento en el que se ha tomado la decisión. "Cuando me levanto para trabajar a las 5.00 no hay nadie en las calles, Cáceres es un lugar fantasma, sin industria, sin fábricas... El movimiento comienza a las 8.00, cuando los funcionarios entran a trabajar. ¿Qué clase de ciudad estamos creando? ¿Se puede perjudicar así a los pequeños comercios?", se pregunta Emilio Vergel, dueño de la tienda Udaco-Colón, en la calle Colón. "Solo pedimos coherencia: que nos traten a todos por igual y que cuiden los empleos. A este paso acabaremos con la ciudad, porque el que cierra ya no vuelve a abrir", matiza Sara Calero.