Jueves, 19 de mayo. Once de la mañana. Otro paseo por las fuentes tradicionales, esta vez las que nacieron a los pies de la Ribera del Marco, inician nuestro recorrido, que seguirá por la Sierra de la Mosca y discurrirá por el valle de Valdeflores. Historia y naturaleza centran este Diario de ruta , el cuarto, que hoy hacemos junto a alumnos de 2º de bachillerato del Instituto Hernández Pacheco.

Julio y Alonso esperan con los chavales en la Fuente del Rey o charca del Marco, que ha rehabilitado el ayuntamiento con fondos europeos. Hasta hace poco era casi un basurero, pero se ha convertido en un espacio digno, como merece esta fuente del patrimonio histórico, de donde afloraban manantiales de agua caliza subterránea procedentes de la Sierra de la Mosca, que además de regar las huertas sirvieron como abastecimiento de Cáceres.

Julio aprovecha para recordar a los escolares la historia de la Ribera y su influencia socieconómica hasta mediados del siglo XX. En las inmediaciones de la Huerta del Conde encontramos alisos, chopos, álamos, membrilleros... en definitiva una extensa gama de vegetación de ribera que crecía junto a estas vías pecuarias, por las que pasaba el ganado en dirección a Casar o la Montaña. En el camino vemos antiguos mojones o hitos, que indicaban la propiedad de tierras del concejo.

El docente emula a los profesores de la Institución Libre de Enseñanza y aboga porque el alumno entre en contacto con la naturaleza, "para que se le abran los ojos y descubra las cosas por sí mismo". Y en ese momento, alza la voz y dice a los jóvenes: "Abrid los ojos, mirad..." y apunta a la ciudad monumental, con San Mateo, el monasterio de San Francisco --que fue cuartel, cárcel y hospicio y hoy es sede cultural de la diputación-- o la iglesia de San Francisco Javier, donde estuvieron los jesuitas hasta que Carlos III los expulsó de España en 1767.

Unos pistachos ayudan a nuestro organismo a hacer más llevadera la marcha. Es bueno guardar en la mochila algún alimento altamente calórico, que sea rico en azúcares y glucosa, como turrón, chocolate o pasas.

Ya en Fuente Fría, la única de la ciudad que dispone de agua potable, encontramos a un matrimonio de Torreorgaz que ha venido a buscar agua, tradición que heredaron de sus padres y que ellos aún repiten. En Fuente Fría, Julio explica al alumnado la leyenda de la Mansaborá, que recrea la reconquista de Cáceres por Alfonso IX de León gracias a un capitán cristiano que enamoró a la hija del kaid. Ella le entregó las llaves de la ciudad. Como castigo, el jefe árabe lanzó a su hija a un subterráneo que iba a dar a la calleja de Mansa Alborada, justo en Fuente Concejo. Dicen que cada noche de San Juan, la princesa sale de su escondite convertida en gallina de plumaje requemado de oro en busca de su enamorado, lanzando hondos suspiros esperando el día de su desencanto.

El Concejo

A pocos metros de aquí se encuentra Fuente Concejo, la más antigua y popular de la ciudad. Fue construida por un Golfín a finales del siglo XV y estuvo activa hasta los años 60. Siguiendo el camino vamos a parar a Fuente Rocha, la última de las fuentes cacereñas, reconstruida en 1993 y que hasta los 50 abasteció a los vecinos de San Marquino.

Desde aquí, de la mano de Alonso y Orencio (dos de los cinco magníficos ), entramos al valle de Valdeflores a través del camino de la hormiga . Vemos la casa de Agustín Valiente --ejemplo de cómo compatibilizar urbanismo y naturaleza-- y llegamos a las minas de Valdeflores, iniciadas por una empresa alemana hace 60 años. De ellas se extraía casiterita e incluso, se dice, que mena de litio, usada en las aleaciones para blindar los carros de combate de la Segunda Guerra Mundial. De las minas quedan reductos de antiguas galerías, pozos y un lavadero de mineral. Todo ello en un estado tan lamentable que fue tapiado a finales de los 80 para evitar derrumbamientos.

El arroyo de Valhondo, la finca de la coronela y el cerro del milano nos conducen hasta el solar del antiguo hospital antituberculoso, que se construyó en los años 30 y al que se le dio el nombre de Victoria Eugenia. Sus ruinas fueron definitivamente destruidas en el 2001.

De ahí bordeamos la antigua cantera del Portanchito, donde se extraía cuarzita. No hay nada como sentirse libre y por eso Alonso critica la agresión de las canteras a la naturaleza. Y entre cornicabras (arbustos que recuerdan cuernos de cabra), volvemos al Marco y contamos los días que faltan para escuchar los suspiros de esa princesa que cada noche de San Juan paga su delito de amor.