Atentos! A finales del verano, como ocurre ahora en septiembre, debemos tener en España mucho cuidado con estos arácnidos chupadores que pueden parasitar todas nuestras instituciones, provocándonos graves molestias políticas o económicas; y acabar así con nuestros recursos sanguíneo-financieros mediante las complejas operaciones de su insaciable ambición depredadora. Avaricia incontrolada que suele desembocar en la penuria económica de la mayoría de las familias que viven honradamente de su trabajo.

Las similitudes entre la condición de garrapata y la de ciertos políticos en activo son varias, y pueden afectar a toda la “trama” de personajes que se ocupan de nuestra administración nacional. Por ejemplo: suelen ser -unos y otros- individuos que cuando aciertan a meter su cabeza en un partido de los llamados tradicionales ya no la sacan a lo largo de 30 años, o más. Se van turnando entre ellos en los diversos puestos o funciones del Estado, de las comunidades autónomas o de ayuntamientos y diputaciones; y en todas ellas succionan todo lo que pueden, aparte de notables sueldos y retribuciones que ellos mismos se asignan en forma de dietas, compensaciones por residir en Madrid, mordidas, asignaciones en empresas públicas por no hacer nada; contratos en empresas privatizadas y otras zarandajas de varios millones de dinero público; que desaparece de las cajas A del Estado a través de curiosas redes tendidas sobre las cajas B de organismos e instituciones; a través de sociedades interpuestas. Pues toda garrapata tiene varios órganos succionadores en forma de sociedades en paraísos fiscales; empresas familiares heredadas u otros pozos sin fondo, que ellos mismos han socavado bajo la piel misma de la nación. La garrapata nunca pierde su aspecto de ectoparásito disfrazado y oculto entre el vello de sus víctimas o entre los pliegues de los elegantes trajes de sus clientes. Ya que, frecuentemente, éstos son banqueros de elegante porte; empresarios de alto standing, figuras destacadas de la tauromaquia, del fútbol, del tenis o de otros mecanismos financieros; muy útiles para blanquear dinero negro o contabilidades extracontables de los propios partidos; que manejan con gran habilidad prestigiosos juristas y abogados de la élite financiera.

Eso sí; la mecánica succionadora de toda buena garrapata parte de unas previas condiciones socio-jurídicas, establecidas por ley o por preceptos constitucionales, que hagan las funciones de la tupida vellosidad que todo mamífero lleva sobre gran parte de su cuerpo; para que le cubra y le oculte de sus peores enemigos: la policía, la gente honrada y los ciudadanos conscientes y serios.

Este pelo tupido lo forman las exigencias de privacidad, que impiden a las autoridades judiciales mirar debajo de las vellosidades y de las alfombras de los despachos. La archimencionada presunción de inocencia, por la que se intenta confundir a las garrapatas con inocentes granitos de cualquier erupción cutánea; y la anulación de pruebas; aunque estas demuestran fehacientemente que estos ácaros están causando serios peligros al cuerpo social, que le están inoculando padecimientos económicos de difícil curación y que, en el fondo, no son más que parásitos de toda la sociedad civil; además de peligrosos delincuentes.