NACIO EN MADRID EL 29 DE ABRIL DE 1926. SU FAMILIA ES ASTURIANA

ESTUDIO ARQUITECTURA EN LA COMPLUTENSE Y DIRIGIO POBLADOS DE COLONIZACION COMO LA MOHEDA

ESTA CASADO CON LA CACEREÑA MARIA FERNANDA Y TIENE UN HIJO, JAVIER, TAMBIEN CACEREÑO

SE CASO EN SAN MATEO

El incendio del Windsor sigue siendo centro de la actualidad informativa. Ha pasado más de una semana desde que a todos sorprendió el devastador fuego que arrasó este rascacielos del centro financiero de Madrid, el octavo más alto de la capital, y mientras las investigaciones y trabajos de demolición continúan, uno de sus creadores, el arquitecto Genaro Alas, ha buscado refugio en Cáceres, ciudad que considera su paraiso y lugar de descanso.

Su vinculación con Cáceres, donde descansó el pasado fin de semana, fue en un inicio profesional, pues en ella tuvo su primer trabajo cuando terminó la carrera. Trabajó primero en el Instituto Nacional de Colonización, desde el que dirigió varios poblados, como el de Vegaviana, La Moheda, Rincón de Ballesteros o el Rincón del Obispo; y después en el Instituto Nacional de la Vivienda.

Pero lo más importante es que su mujer, María Fernanda, es de Cáceres y le mantiene unido a esta ciudad, donde se casó, en la iglesia San Mateo; donde nació su único hijo, que no siguió sus pasos y optó por la arqueología; y donde ha encontrado su lugar de escape.

--Le será difícil olvidar la madrugada del 13 de febrero...

-- La verdad es que sí. Yo no soy muy bueno para recordar fechas y es curioso, pues la única que siempre he recordado es, precisamente, la del día en que concluimos la cimentación del Windsor, y si la recuerdo es porque coincidió con la muerte de Franco, el 20 de noviembre del 75. Y es que cuando ya estaba muy mal nosotros estábamos haciendo la cimentación de este edificio, que era complicadísima, pues tenía 40 por 25 metros y una altura de 2 metros, y teníamos que cimentarlo todo en un bloque, y además hacerlo con tajos continuos, en tres turnos, ya que sabíamos que el día que muriera Franco se paralizaría todo y todo lo que hubiésemos hecho del hormigón no serviría para nada. Pero la acabamos justo el día en que murió. No he olvidado la fecha en que comenzó a nacer el Windsor, como imagino que tampoco olvidaré la del día en que este edificio murió.

--¿Cómo vivió la tragedia?

-- Me enteré por mi hijo, que estaba viendo la televisión, y me desplacé hasta el lugar inmediatamente. Pasé allí toda la noche, viendo como se quemaba con gran sensación de impotencia.

--Impotente y dolido, pero también orgulloso de que haya aguantado en pie, ¿no?

-- Todo el mundo se empeña en darme la enhorabuena por ello, pero ahora no hay razón. El momento de la enhorabuena hubiese sido cuando se hizo, algo que no ocurrió, pues era ahora cuando empezaba a ponerse de moda, cuando se le empezaba a denominar edificio emblemático, que no sé a quién se le ocurrió ese adjetivo. Lo que sí es cierto es que era un edificio muy representativo de la época, muy purista, y uno de los primeros muros cortina de Madrid.

--Pero no puede negar que es un orgullo que desde otros países hayan llamado para interesarse por el edificio.

-- Sí, es cierto, a nosotros nos han llamado técnicos americanos para que les diéramos los datos y características del edificio, y sabemos que al Ayuntamiento de Madrid han llegado expertos americanos y holandeses para aconsejar y aprender al mismo tiempo, pero esto es lógico.

--¿Es explicable lo ocurrido?

-- Ciertamente no me explico que es lo que ha pasado. Parece que hubo un problema, porque según ha dicho todo el mundo las detecciones estaban puestas y funcionaban todas, pero debió producirse una falta de entendimiento del sistema o un fallo puntual. Sea como fuera lo cierto es que los bomberos debieron llegar media hora después de iniciarse el fuego y ya no podían con él. Desde el principio se vio que no podían con él.

--Lo que sí parece que usted tuvo claro desde el principio es que no se caería, ¿es así?

-- No, yo dije que no se iba a caer cuando vi la estructura de fachada, que son los pilares metálicos, aguantar, pues si éstas aguantan el edificio arderá, pero la estructura quedará, y es lo que ha ocurrido. Se ha caído la parte de arriba, sólo ha quedado el núcleo y todo el resto.

--Todos los que le conocen dicen que lo está pasando mal, aunque exteriormente se muestre aparentemente tranquilo.

-- Es lógico. No es agradable ver cómo un edificio tuyo es pasto de las llamas, pero ante los demás qué vas a hacer sino mostrarte sereno. Además, los últimos días han sido agotadores, por la angustia personal y el acoso de los medios y los técnicos.

--¿Venir a Cáceres ha sido para huir de todo ello?

-- En cierto modo sí. El incendio del Windsor ha sido algo terrible y he venido para desconectarme de todo. De todas formas a esta ciudad vengo siempre que puedo, porque aquí me desengancho de la vida de Madrid y de la profesión, que es muy dura. Mi profesión es muy bonita, a mí me encanta y por eso sigo trabajando, porque disfruto mucho, pero he de reconocer que agota, genera mucha tensión y todo hay que hacerlo muy deprisa. Pero vengo aquí y me desconecto completamente de Madrid, no me acuerdo de nada, no tengo problemas, ni profesionales, ni de tráfico, ni prisas... y soy feliz.

-- ¿Cómo se enganchó a Cáceres?

-- La primera relación que tuve con Cáceres fue profesional, pero quien me mantiene unido a esta ciudad, que para mí es mi recreo, mi paraiso, es mi mujer. Ella es de Cáceres, aquí nos casamos, en la iglesia de San Mateo, aquí nació nuestro hijo..., pero si no hubiese sido por ella, cuando yo terminé mi trabajo en esta ciudad me habría marchado y seguramente no habría vuelto. Me habría desenganchado de ella para siempre, pues mi familia era asturiana y siempre que salía de Madrid iba al norte.

Continuación de la entrevista con Genaro Alas