Plaza de San Mateo, resuenan los ecos de la Guerra de las Banderías. Sin embargo, no resuenan vencejos, aviones, ni golondrinas en este frío invierno. Unicamente algún gorrión. Los cielos de Cáceres se despueblan en esta época y sólo vuelan, junto con la certeza del presente, aquellas aves que no emigran. La plaza se abre y cierra sobre sí misma dando lugar a juegos caprichosos de volúmenes que dan una cierta sensación de inmensidad prolongada a esta particular acrópolis cacereña, surgida en torno al espacio palatino del alcázar y la mezquita. De aquí hacia el sur se situaba el amplio albacar, únicamente utilizado en tiempos de guerra; hacia el norte, la medina.

La Plaza de San Mateo es uno de los escenarios más belicosos de intramuros, aunque no el único. Aquí se libraron los últimos combates de las banderías sobre los restos del alcázar agareno. Retrocedamos con la imaginación al 400 e imaginemos a los grandes nobles cacereños saliendo de sus solares, revestidos de autoridad, rodeados de un cortejo de deudos y sirvientes, encaminándose a la misa dominical. Debió de ser un espectáculo digno de admiración, o quizá la imaginación supere la áspera realidad que en realidad aquello debió de ser. Pacificada la ciudad San Mateo fue núcleo festivo y, durante siglos, fue el lugar donde se celebraron las corridas de toros, situándose los toriles en lo que hoy denominamos Plazuela de las Veletas.

Frente a la misma iglesia se abre un gran palacio, de enorme fachada, pero cuya puerta se sitúa en la Calle Ancha. Es la Casa de los Ulloa, Señores del Castillejo, construida en el siglo XV y reformada y ampliada en siglos posteriores. Es el quinto solar de los Ulloa que visitamos, ya vimos los de las ramas de Malgarrida, Pajarillas, Torreorgaz y Media Cacha. De los últimos, como dijimos la semana anterior, descienden éstos, de quienes, a su vez, descienden por línea segundogénita, los Ulloa de Pajarillas. Estos Ulloas se extinguieron en los Topete de Alcántara, que, a su vez, descienden de los cacereños Topetes de la Calle Amargura. De ellos son descendientes los Duques de Noblejas.

Pedro de Ulloa

Aquí debo, absolutamente, rendir homenaje a quien sentó las bases para el estudio de las nobles familias cacereñas, Pedro de Ulloa Golfín, nacido en este solar en 1627. Su cursus honorum es espectacular, pero sobre todo destaca el ser autor de El Memorial de Ulloa, uno de los pilares básicos de la historiografía cacereña. Sin duda alguna, Boxoyo y él son los dos padres de la ciencia histórica en Cáceres.

La portada de la Calle Ancha nos indica que la construcción, como la mayoría de la ciudad alta, se fue agrandando con el paso de los años. Al fin y al cabo, las casas son elementos vivos y constantemente modificados. La portada de medio punto presenta amplias dovelas planas a partir de la imposta. Sobre ella un vano adintelado con balcón, enmarcado bruscamente en un alfiz, donde, en su día y antes de la reforma decimonónica habría otro tipo de ventana, como se puede intuir por la especie de arco de descarga que se sitúa sobre ella. Esta fachada es de recios sillares y contrasta con el sillarejo que presenta la amplia fachada que se vierte hacia la plaza.

No se entiende demasiado bien cuál fue el motivo por el que no se volcó la fachada principal hacia San Mateo, opción tomada en otros palacios cuando, al reformarse, se orientaban hacia la vía de mayor empaque. Sirvan de ejemplo los palacios de Mayoralgo, Generala o Episcopal . La respuesta se escapa, quizá responda --y esto es algo aventurado, por mi parte, decirlo-- a un criterio conservacionista de respeto hacia la antigua construcción. Chi lo s ? De hecho, de la extensa fachada sólo destacan las dos magníficas armerías de Ulloa, esquinadas y timbradas de yelmo y plumas, en cuyas puntas se muestran sendas cabezas de serafines.

En el interior, el patio, con su puerta de acceso esquinada, su artesonado en la parte cubierta, pero, sobre todo, merece la pena ver una sala que existe en la planta baja del mismo y que da hacia la cuesta de San Pablo y que hoy alberga la Biblioteca de la Escuela de Bellas Artes Eulogio Blasco de la Diputación, que aquí tiene su sede desde la reforma emprendida en 1989, con más aciertos que desaciertos. La sala, gótica, posee una interesantísima crucería en la que se pueden apreciar restos de policromía.

Y así, disfrutando del viejo sabor del Cáceres eterno, voy descubriendo algunos secretos a un niño que me acompaña: viejas fotografías sepias en las que se muestra el cambio de esta ciudad que pensamos inmutable y no lo es tanto, no es más que el reflejo de las manos de los hombres que la hicieron, mudaron e, incluso, inventaron. Al niño le gustan las fotografías viejas, yo también fui así, niño desubicado de un mundo que se extinguió. Les dejo, entro en San Mateo a rezarle al Niño de la Congregación para que a todos nos llene de amor en esta santa Navidad.