Establece don Julio Caro Baroja, en su libro Paisajes y ciudades , una clasificación de las urbes españolas según su planta original. Sitúa Cáceres, junto con León y Zaragoza, en el grupo de ciudades creadas como centros militares en tiempos del imperio romano.

Unos kilómetros al norte de aquella antigua colonia militar romana ya había un campamento de soldados conocido hoy como Cáceres el Viejo. Muchos siglos después, exactamente en diciembre de 1964, se inauguraba otro campamento militar, aunque esta vez unos kilómetros al sur de la ciudad. Se trataba del Centro de Instrucción de Reclutas número 3. En estos días se celebra el 40 aniversario de su creación y la ciudad feliz se ha vestido de fiesta.

Pocos lugares como Cáceres han luchado por tener una guarnición estable.

Se podrá decir que los ciudadanos cacereños son apáticos para otras cosas, pero en la ciudad feliz la canción de Paco Ibáñez tiene poco éxito: la música militar sí es capaz de levantar a los cacereños.

La primera guarnición fija de los tiempos modernos fueron unos regimientos malagueños que guarnecieron Cáceres entre 1852 y 1891. En 1892 ya no había guarnición propia y las fuerzas vivas cacereñas se movilizaron para conseguirla. Así fue como en 1893, el general Ezponda, capitán general de Extremadura con base en Badajoz, concedía a Cáceres una guarnición estable.

La ciudad feliz colmaba así dos de sus ansias favoritas: el Ejército y la fiesta... Porque para celebrar la concesión del general Ezponda se organizaron unos festejos espectaculares con corridas de toros incluidas. El éxito fue tal que la prensa señaló lo pertinente de celebrar aquellas fiestas cada año incluyendo un certamen ganadero.

Tras un largo tiempo de discusión y debate, se decidió instaurar las ferias ganaderas y fiestas de Cáceres durante los últimos días de mayo del año 1896. Se celebraron en El Rodeo y en la plaza Mayor, donde se instalaron 80 casetas. De esta manera, las tradicionales ferias de mayo llegaron a Cáceres de la mano del Ejército y, desde hace cien años, los cacereños asocian la milicia con la fiesta y la prosperidad.

Aquellos primeros batallones más o menos estables no tenían cuartel propio hasta que en 1924 se levantó junto a la plaza de toros el cuartel Infanta Isabel, hoy prácticamente derribado para levantar allí una urbanización. En los años 40, llegó a haber en Cáceres tantos soldados que hubo que habilitar la Casa de los Caballos y la Ciudad Deportiva para acuartelarlos.

En 1964 se construye por fin el campamento Santa Ana o CIR número 3, por donde pasarían 3.000 reclutas cada trimestre. Aquella nube de soldados constituía de nuevo un maná y una fiesta para la hostelería y las empresas de servicios cacereñas llenando bares, cines y paseos. Por la ciudad feliz pasaban cada año 12.000 muchachos, la mayoría del norte de España, donde las generaciones de 40-50 años asocian Cáceres con las historias de la pura mili.

Soldadesca enamoradiza

Había reclutas a secas que enamoraban en Cánovas a las asistentas de cofia y uniforme y soldados de cordones verdes de las milicias universitarias. Estos se movían más por el antiguo OK (hoy Carpe Diem) y otros bares de moda, donde, al igual que los aspirantes a almirante en Pontevedra o los futuros pilotos en Salamanca, encandilaban a las damitas cacereñas de buena posición.

Cuarenta años después de la creación del CIR, la ciudad feliz recuerda aquellos años de amores militares y maná miliciano y lo hace como hace cien años, con fiesta. Si hace un siglo los cacereños ensalzaron y dedicaron una calle al general Ezponda, ahora se disponen a agasajar al mariscal Bono, que ha prometido un batallón de ingenieros para que en la ciudad feliz siga la fiesta militar.