Para ti, Enrique Higuero, amigo, maestro, solidario compañero, virtuoso del tipómetro y mago del diseño. El último de los trabajadores en activo fallecido en nuestro periódico y en el que simbolizamos el homenaje a todos aquellos que durante los últimos 90 años han entregado sus esfuerzos y sus desvelos por nuestro diario. Todos, sin excepción, habéis hecho posible que hoy estemos aquí. A vosotros, el oro de esta medalla que esta noche Cáceres deposita en vuestras manos...

Ya nada podrá detenernos... Han pasado 90 años, hemos subido montañas, atravesado océanos y somos los supervivientes de un naufragio porque vivimos tiempos de incertidumbre, una endemoniada crisis que atraviesa directamente la vena aorta de la prensa en España, pero nos sentimos algo parecido a una farmacia llena de remedios que siempre sanan nuestro corazón. Hemos logrado superar guerras, dictaduras y las diversas recesiones económicas que a lo largo de estos 90 años se han ido sucediendo en nuestro país. Por eso seguimos aquí, porque sabemos crecernos con las batallas.

Y como ejemplo, quisiera compartir con todos ustedes, en primer lugar, la escena que a diario vivimos desde hace un año en nuestro periódico. De la mañana a la noche el conjunto de trabajadores de nuestra empresa editorial camina en una misma dirección. Cuando en el pasillo alguno de nosotros tropieza, siempre hay alguien a su lado que le ayuda a levantarse, cuando una puerta se cierra sabemos que hay otra que se nos abre.

Existen manos que se unen y brazos sobre tus hombros para que afrontes la jornada con una sonrisa. Cuando una noticia sale a la luz, cuando una foto hace historia, cuando un anuncio se consigue, cuando un periódico más se vende en el quiosco, cuando mensajes de aliento nos animan a continuar, a no doblegarnos ante el desánimo, es cuando nos damos cuenta de que no hay pasión que merezca más la pena sino la de trabajar en El Periódico Extremadura.

Una pasión que comenzó el 1 de abril de 1923 cuando a tan solo unos metros de aquí, en el imponente Palacio de la Generala se editó el primer número de El Periódico Extremadura, un Diario de la Acción Católica Diocesana fundado por el obispo de Coria y Cardenal Primado de España, Monseñor Pedro Segura Sáenz y dirigido por el conocido abogado del Estado cacereño, Tomás Murillo Iglesias . Desde su nacimiento el Extremadura fue, sin duda alguna, la voz de Cáceres. En 1924, justo un año después de su fundación, nuestro diario fue uno de los promotores de la coronación canónica de la patrona de Cáceres, Nuestra Señora la Virgen de la Montaña, celebrada el 12 de octubre en presencia del cardenal, Monseñor Reig y Casanova .

Sería igualmente testigo nuestro periódico de la inauguración de este --hoy abarrotado-- Gran Teatro de Cáceres en 1926, de la llegada de la Segunda República, de la designación de Antonio Canales como alcalde de la ciudad, o de la proclamación de Franco desde el Palacio Cacereño de los Golfines de Arriba como Caudillo de España y Generalísimo de los Tres Ejércitos, una noticia que ofreció al mundo nuestro redactor, Juan Milán Cebrián , a las 10 de la noche del 27 de septiembre de 1936.

Era entonces el Extremadura un periódico de 4 páginas con un precio de suscripción de 2 pesetas al mes, situado a los pies del Foro de los Balbos de la plaza Mayor cuando la plaza era el hervidero comercial más importante de la capital. El de los Balbos fue un mercado de tres plantas construido en hierro y cristal, adosado a la muralla, con una majestuosa escalera central que tenía bolos y un bonito pasamanos. La escalera comunicaba los tres pisos, en el bajo, la pescadería, con los Salgado a la cabeza, en el principal los carniceros y charcuteros, con los Fragoso , los Sánchez Cortés , La Petrona ... Y arriba los hortelanos: los Rebollo , los de Magdalena , Lorenzo , todos los de la Huerta de la Madre... y así hasta llegar a 50 o más.

El Foro era una de las grandes reliquias de aquella bellísima plaza Mayor que un día tuvo Cáceres, con su bandeja cargada de romanticismo, sus grandes palmeras que pareciera rozaran el cielo y sus baldosas portuguesas donde las niñas jugaban al corro y los muchachos jugaban a los bolindres y a la billorda y dibujaban cada tarde con un tizón la silueta del Guerrero del Antifaz mientras en las escaleras que suben a Santa María pasaban las mujeres cargadas con sus cántaros en dirección a las fuentes del Camino Llano y la Concepción.

Pero la plaza no solo era bella por su bella fisonomía, lo era porque era el centro neurálgico y comercial de la capital. Había en la plaza montones de ultramarinos, allí instalaban la feria, con sus cucañas, y ponían el cine de verano, y estaba el quiosco del señor Cruz , que era más bueno que porque te dejaba leer las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín mientras tu padre hojeaba las páginas del Extremadura, fiel reflejo de la sociedad de su tiempo. Páginas que guardan un contenido histórico de incalculable valor que dejaron testimonio de la inauguración de nuestros más míticos cafés y más grandes establecimientos comerciales: Jamec con sus tertulias de políticos, poetas e intelectuales, Mendieta --ese edén comercial al que arribaba todo Cáceres--, Modas Dioni, la joyería de Rosendo Nevado , la sastrería de Pepe Santos , el horno de San Fernando, La Bodega La Catalana, La Estila, El Segundo Requeté, los Mostazo , los Mendoza , Sederías Oriente, Paniagua, Modas Pérez, Zapatos El Cañón, la Peluquería de las Manolitas...

Entretanto, la vida cotidiana de Cáceres pasaba por las páginas del Extremadura, donde trabajó durante muchos años Andrés Burgos , nacido en 1907 y que despertó desde muy pequeño una afición inusual por la fotografía. Burgos se casó con Leandra Alvarez , a la que apodaban La Remella , por ser hija de Lorenza y Nicolás El Remello , que vivía por San Ildefonso y que llamaban así porque decían que tenía una mella en el ojo y siempre dormía con él abierto.

Vivía Burgos en aquel extensísimo barrio que presidía el puente de San Francisco, que tenía varios pilones. Y bajo sus ojos, carromatos y autobuses que atravesaban ese puente grande, bellísimo, donde los niños levantaban improvisados campos de fútbol y los cacereños paseaban al caer la tarde.

Entonces los chavales iban al colegio San Antonio, con el padre Luciano o el padre Pacífico , a las escuelas de don Vicente Marrón , a Las Normales con don José Díaz , a la escuela de don Juan Muriel , que estaba al final de la calle Margallo, o a la Universidad del Madruelo, a un paso de la Huerta de los Periquenes, con sus membrillos y sus granadas de inolvidable sabor para los cacereños.

Andrés Burgos trabajaba fervientemente en la fotografía. Compaginaba su jornada en Javier con su puesto de fotógrafo en El Periódico Extremadura, dirigido entonces por Dionisio Acedo , que da nombre al prestigioso premio de periodismo que anualmente concede la Diputación Provincial de Cáceres. Acudía Burgos a los toros, al fútbol, a las inauguraciones, a las visitas de ilustres personalidades. Cuando terminaba se iba para casa. Con ayuda de sus hijos, secaba las fotos en el brasero, y él mismo o a veces sus pequeños, las llevaban a la sede del diario.

Eran los años en que Leoncia Gómez Galán trabajaba como empleada de hogar en la casa de don Felipe Alvarez de Uríbarri , un conocido abogado de la capital cuyo padre había sido notario en los años en los que ser notario en Cáceres era mucho más que serlo ahora, porque entonces ser notario era como ser poco más o menos que el rey del mambo. Un día, Germán Sellers de Paz , entonces director del Extremadura, le propuso a don Felipe que Leoncia vendiera por las calles el diario. Estuvo la paciente Leoncia durante nueve años voceando el periódico decano de la prensa regional. El dinero que ganaba suponía una ayuda para vivir y para pagar una habitación que tenía arrendada en el barrio de Busquet.

Voceó Leoncia el Extremadura entre los años 1966 y 1975, deseando que se publicara una de esas noticias sensacionales que aumentaran la tirada y, con ella, su liquidación. De manera que Leoncia compartió el ocio de la jubilación voceando "Extremaduraaaaaaaa...", "Extremaduraaaaaaaa...", al final de la calle Pintores, junto a la plaza de San Juan. Y en ese sitio, la infatigable vendedora ofrecía el periódico, mostraba sus noticias, sus fotografías más originales o la lista completa de la lotería.

El Extremadura daba debida cuenta de los nuevos negocios que florecían en la capital: los Futbolines de Peluca , el Astoria y el Coliseum o la cafetería Lux, y ese dicho tan popular de Cáceres de "Los ricos van a Lux, los pobres a LuxPortales".

El Extremadura iba creciendo, convirtiéndose definitivamente en un periódico regional: testigo de la Transición, de la llegada de la Democracia y de nuestro ansiado Estatuto de Autonomía. Se abrió el Extremadura a Extremadura: a su universidad, a sus primeras autovías, a sus centros de investigación, a sus empresarios y sus emprendedores.

Pero el Extremadura seguía entregándose, de día y de noche, a su querida ciudad de Cáceres. La ciudad donde El Chato de los Metales vendía chucherías, la señora Petra hacía churros en Cornudilla, Caldera te fotografiaba, El Nano paseaba Vírgenes, Eusebio tocaba la batería y Zacarías era su más ilustre maletero. La ciudad de los hornos de la cal, del bar Amador y su sinfonola, la ciudad donde, parafraseando a Jiri Okac, aquel jugador de baloncesto que nos subió a la ACB, "el cielo es más azul".

La ciudad del Bar El Sanatorio, de la calle Caleros, de la calle Pintores, del poblado minero, de los bocatas de calamares de la cafetería sindical, del Bar Metro, del Bar Salamanca, de su coqueto Molino Rojo, del Jara, del Extremeño, del Chicha o del Epi, al que acudían las chicas de la Laboral, los tunos y nuestro Escuadrón Verdiblanco.

El Cáceres patrimonio, tercer conjunto monumental de Europa. El Cáceres de la movida, con su Madrila y su calle de los Bares, con Fara, Bolls, Faunos y Plató. El Cáceres de San Jorge, de su más apasionada Semana Santa, el Cáceres de las máquinas de escribir de Mecano, de Aniza y El Requeté. El Cáceres de La Salmantina y el Womad, del Parador de la Esperanza y la central Lechera de Ilcasa, el Cáceres del Bar Lechuga, de Cánovas, de los altramuces que el señor Juan vendía a las puertas del Parador del Carmen con su inolvidable carrillo.

El Cáceres del Extremadura, ese periódico de la Acción Católica Diocesana que desde el 1 de abril de 1923 ha escrito la historia de la ciudad de Cáceres gracias al gran equipo de profesionales que desde entonces han pasado por esta empresa editorial, integrada desde 1988 en Zeta, uno de los más importantes hóldings editoriales de nuestro país.

El Extremadura es hoy el decano de la prensa regional, el único que este año celebra un hito histórico: convertirse en el primer rotativo de la Comunidad Autónoma de Extremadura que cumple 90 años. Varias sedes nos acompañan: de la Generala, a la Madrila, pasando por Camino Llano hasta llegar a nuestro domicilio social actual en Doctor Marañón.

Cientos de trabajadores, de obreros de la palabra, han hecho posible el Extremadura, desde los tiempos de la linotipia y las máquinas de escribir, hasta la era de Internet y las nuevas tecnologías. El equipo humano del Extremadura, ese que a diario se deja la piel, restando horas a su familia para darlas por entero a este proyecto.

Sin nuestros trabajadores nada seríamos, desde la gerencia, a la administración, pasando por la publicidad, por el departamento comercial, los maquetistas, los informáticos, los periodistas, nuestras delegaciones de Badajoz, Mérida, Plasencia, nuestras corresponsalías en Vegas Altas, Almendralejo, el Campo Arañuelo, La Vera, Trujillo, el Alagón, las Hurdes, Olivenza, la campiña Sur, la comarca de Barros... Columnas de tinta que cubren cada día Extremadura. Y nada seríamos tampoco sin nuestros colaboradores, sin nuestros articulistas, sin nuestros anunciantes, nuestros suscriptores... Nuestros lectores, a quienes nos entregamos y por quienes a diario luchamos.

Los trabajadores de este periódico, de esta empresa editorial del Extremadura, acaba de hacer realidad su sueño. No era en balde el esfuerzo. Era posible vencer el miedo, dejar de vivir en constante agonía para seguir trabajando en beneficio de la comunidad a la que con tanta dignidad representamos.

Amanecer cada mañana con una nueva portada no era una quimera. Ahora somos conscientes de las victorias que a diario conseguimos, mérito exclusivo de los hombres y mujeres del Extremadura. Déjennos que compartamos con ustedes este momento tan feliz, déjennos que gritemos a los cuatro vientos lo orgullosos que hoy nos sentimos de nosotros mismos y de los que nos precedieron.

Sabemos que nada seríamos sin Cáceres, por eso en Cáceres creemos y a Cáceres nos debemos. Cáceres, princesa de la Unesco, la ciudad a la que tanto amamos y que hoy nos regala la más alta de sus distinciones: su Medalla de Oro.

Por eso ya nada podrá detenernos. Porque han pasado 90 años, hemos subido montañas, atravesado océanos y --es cierto-- somos los supervivientes de un naufragio. Pero esta noche hemos llegado, al fin, a esta isla de Cáceres, a este puerto al que cada día queremos regresar. Hemos llegado y hemos tocado el cielo.

Gracias Cáceres, gracias por ser tan bella, gracias por rozarnos con tus labios, acurnarnos en tus brazos. Seguiremos escribiendo tu nombre con letras mayúsculas, y lo haremos con el mismo cariño, con el mismo amor, con el mismo compromiso y la eterna fidelidad del primer día.