Muchos camellos y traficantes a pequeña escala y pocos capos. Así funciona el mercado de la droga en la capital cacereña. La Policía Nacional calcula que no más de media docena de personas manejan en la ciudad grandes cantidades de mercancía para su distribución. Son los conocidos como señores de la droga: el negocio es su modus vivendi y han alcanzado cierto estatus en el mundillo de la delincuencia.

Esos son los menos. El traficante medio cacereño no suele llegar a ese nivel, como mucho su máximo escalafón es el de "suministrador medio" y los grandes proveedores suelen estar en las capitales grandes, como Valencia, Barcelona y principalmente Madrid, de donde procede la mayor parte de las sustancias estupefacientes que llegan a Cáceres.

El suministrador medio es el que tiene los contactos con alguno de estos grandes proveedores de Madrid, es quien la introduce en la ciudad en pequeñas cantidades, medio kilo o un kilo como mucho, y la distribuye a otros pequeños vendedores. "Lo que hay son muchos intermediarios", explica el jefe de la Brigada de Estupefacientes.

Así que tampoco el número de suministradores medios que operan en la ciudad es elevado, muchos de ellos están afincados en Plasencia, en el barrio de San Lázaro donde conviven varios clanes con contactos en Madrid y la droga es más barata, o en Mérida y de ahí la distribuyen a la capital.

En febrero del año pasado, por ejemplo, se desarticuló un punto de venta de cocaína en El Rodeo en el que el vendedor, que la comercializaba desde el coche, traía la droga desde Plasencia. Su detención permitió también el arresto de sus dos supuestos proveedores placentinos con múltiples antecedentes por tráfico de droga.

Mercado "concéntrico"

El mercado funciona como una tupida red, pero con cédulas independientes. "Son pequeños grupos de distribución que funcionan por separado, pero todos se conocen entre sí de tal manera que cuando falta mercancía en un grupo, se sabe a quién recurrir", detalla este mando policial. Es un negocio "concéntrico" no "piramidal" regido además por las leyes del mercado, o sea, el precio.

Los vendedores suelen tener clientela fija y la mayoría se mueve con discreción, sin hacer ostentaciones, por lo que su negocio puede pasar desapercibido durante años. Es el caso de M. F. F., un cacereño de 61 años, que fue detenido en agosto del año pasado por venta de cocaína en una redada antidroga en un bar del centro. Es vecino de Llopis Ivorra y solía vender las papelinas en los bares. La policía le atribuye años de dedicación al negocio pero su historial estaba limpio . Nunca había sido detenido y supuestamente "llevaba toda la vida haciéndolo".

Además, los traficantes mueven poca cantidad, 20 o 50 gramos como mucho. "Así siempre pueden decir que es para autoconsumo si se les detiene". Pillarles in fraganti , con un alijo que supere como mínimo esa cantidad o contar con testigos que declaren en un juicio contra ellos es a veces una misión imposible. Por eso mucho de ellos son absueltos en los tribunales.

La crisis no parece hacer mella en el negocio. "Es un mercado muy estable, con algunas oscilaciones, pero el que consume la busca y la encuentra. La gente se busca la vida y aquí funciona mucho el fiado ". Lo que es "imposible" es saber la cantidad de droga que se mueve en la ciudad. "La crisis no hundirá el negocio --concluye el máximo responsable antidroga--. Mientras haya quien la consuma, habrá quien la venda".