Ya no queda casi superficie por quemar en el Cerro de los Pinos. Lo dice el jefe de guardia del Servicio de Extinción y Prevención de Incendios (Sepei) de Cáceres, Jorge Borrallo. Todos los días sale ardiendo pasto en esta zona y hay veces que hasta en dos ocasiones en una misma jornada. «Ya es sospechoso porque no queda pasto por quemar, hay que ir a buscar expresamente la zona que aún no ha ardido», añade el jefe guardia del cuerpo de bomberos.

El último incendio se ha registrado a primera hora de esta mañana y ha afectado al interior del colegio Gabriel y Galán, en Aldea Moret. El fuego se ha originado fuera del centro escolar pero las chispas saltaron y quemaron también el pasto de los exteriores del recinto. Según indican los bomberos no ha habido que lamentar daños importantes, ya que no ha afectado al mobiliario ni al edificio.

El lunes hubo otro y el pasado fin de semana también. El de la madrugada del sábado, por ejemplo, fue complicado de extinguir debido al viento, lo que hizo que evolucionara deprisa. Los efectivos tardaron casi tres horas en apagarlo aunque no se corrió peligro. Así todos los días desde que se registrara el primer incendio el pasado 27 de junio. Y todos con un elemento común: se inician al caer la tarde o de madrugada. El primero fue el de mayor magnitud y peligrosidad porque el fuego se originó muy próximo a las viviendas del Junquillo, aunque no fue necesario desalojar. Generó además gran alarma en toda la ciudad ya que las llamas eran de tal magnitud que podían verse desde distintos puntos de Cáceres. Ante esta situación, y a la vista de que los incendios no se han detenido, la Guardia Civil controla de cerca la zona y ha abierto una investigación para conocer si, como se sospecha, han sido intencionados.

Los fuegos en este espacio no son un hecho aislado, sino que son comunes en cada época estival. De hecho el Cerro ha tenido que ser repoblado en varias ocasiones por este motivo. «Piensan que el pasto genera bichos y tienden a quemarlo, por eso el ayuntamiento intenta desbrozarlo cada año pero, aún así, siguen quemándolo y la mayoría de las veces el fuego se descontrola», indica el jefe del Sepei, que está convencido de que, «hasta que no acaben por quemar todo lo que queda, no pararán».