El actual Presidente de los Estados Unidos --el inefable Mr. Donald Trump-- ya ha superado en estulticia a sus más ilustres antecesores: Ronald Reagan y George Bush --padre e hijo-- por las brillantes ideas republicanas de convertir a la guerra en la ocupación preferente de los jóvenes norteamericanos. Algunos, como soldados en las innumerables guerras y conflictos provocados --o inventados-- por los mismos presidentes norteamericanos; pero otros, incluso disparando dentro de los Institutos de Enseñanza, donde deberían prepararse para mejores destinos.

Además, las guerras de los «marines» en todos los continentes son el principal negocio de la industria «made in USA», la industria armamentística para extender e implementar el capitalismo salvaje americano, predicado por Milton Friedman desde finales de la Gran Guerra Europea; cuando las destrucciones y bombardeos más terribles de la Historia dejaron un mundo en «urgente situación de derribo», para alegría de los inversores norteamericanos; que vieron ya con nitidez su papel de «gran potencia acreedora» ante el panorama de ruina general.

La Segunda Guerra Mundial --mucho más letal destructiva que la anterior-- fue también la que decantó las «ganancias» de la destrucción en uno u otro sentido-; pues en América, «¡la muerte siempre tiene un precio!». Para unos, los «réditos» de la guerra debían premiar a los a los inversores, a los especuladores, a los «sacerdotes» del Becerro de Oro que tienen su «templo» en Nueva York.

Para otros, debería beneficiar al «trabajo»; al esfuerzo de quienes reconstruían, recreaban y volvían a utilizar la «fuerza de las armas» en provecho de los «soviets» comunistas. Su «santuario» fue Moscú.

Éstos perdieron y los primeros ganaron. Aunque unos y otros se dedicaron a «aplastar a la Humanidad» desde cada uno de sus dogmas sociales y económicos, siempre ajenos a las gentes de bien. Para ello se inventaron pactos militares --como la OTAN o la URSS-- dedicados a provocar guerras y no a evitarlas. A arrasar naciones y a multiplicar beneficios: Corea, Viet-Nam, la guerra del Golfo, la de Iraq, los múltiples genocidios africanos y las sangrientas dictaduras asiáticas o latinas. Todas provocadas con la aquiescencia de la ONU; por los beneficios que se han convertido en «mantra» del actual Presidente USA, como «gurú» de una «nueva religión» capitalista: «Americathefirst». Pues todas las posturas que intenten superar las continuas guerras, los genocidios de pueblos enteros, la contaminación de océanos y continentes y la formación de un «acuerdo universal» para evitar nuevos desastres, están condenados al fracaso, si no se doblegan a sus designios, aspiraciones y deseos.

MUROS DE CEMENTO/ El «mantra» monorítmico que proclama y repite en todas sus intervenciones públicas, se ha convertido ya en el «santo y seña» de todos los partidos de «ultraderecha», imitadores del viejo «nacionalsocialismo» del pasado siglo. Muy importante para todos estos «descerebrados» es que para ser «los primeros», tienen que ser los únicos; en consecuencia han de rechazar cualquier solidaridad con gentes migrantes, con personas de otras razas, con los desheredados que vengan a buscar un medio de vida. Y para ello construir enormes muros de cemento y rejas, con alambre de pinchos, con odio armado y una enorme «cerrazón mental» que dificulte la amistad, la comprensión y la caridad.

Lo que sí parece ha conseguido este peculiar «lama» con su «mantra», es hacer de USA «thefirst» por su mayor número de asesinatos por arma de fuego especialmente entre los estudiantes y adolescentes --el «primero» en incendios forestales y destrucciones; el de mayores acumulaciones de desechos industriales y basuras contaminantes. El de más espesas nubes de CO2 atascando a la atmósfera de todo el planeta.

Las campañas agresivas de Donald Trump sí que amenazan con convertirse en perpetuas, generales en todo el planeta e irrecuperables para los pueblos: «Americathelast».