La vida de Mariano Blanco y Ore Piñero dio un giro radical cuando en octubre del año pasado se marcharon a Guinea Ecuatorial para trabajar como profesores para las congregaciones calasancia y de escolapios en Akurenam, una zona de poblados limítrofe con Gabón. Vivían tranquilos en Cáceres y ya llevan casados algo más de dos años. El, técnico social de 39 años, ella, trabajadora social y pedagoga de 33.

Su experiencia tras volver en verano a Extremadura para visitar a sus familias demuestra lo mucho que queda por hacer en el continente africano y la atracción que ejerce Occidente sobre sus habitantes, "un mundo irreal porque solo se ve lo bueno", afirma Mariano para explicar lo que llega a través de las antenas parabólicas. "No faltan Corazón, corazón ni Mira quién baila ", añade.

Pero la vivencia de esta pareja es a la inversa. Son extranjeros en un país con una cultura muy diferente. El simple hecho de poder mantener una conversación es ya un triunfo con la gente de la etnia con la que tratan, repartida en 51 poblados del centro-sur de Guinea. "Es lo que más nos ha costado. El esfuerzo continuo por entender sus reacciones, lo que te dicen y te hacen", señala Mariano.

Una tarea intensa

Apenas les ha sobrado tiempo en esta primera etapa de su estancia. Por la mañana daban clases y las tardes estaban dedicados a impartir talleres de formación a las mujeres y el profesorado, labor parroquial y deportes con los niños. Los objetivos de su tarea han estado basados en una labor de concienciación para que los guineanos "se den cuenta de que pueden vivir mejor con lo que tienen", trabajo comunitario con el fin de fomentar la colaboración entre poblados y la educación en valores con la población infantil que no choquen con su cultura.

Paralelo a todo ello está la vivencia religiosa con la que Ore y Mariano se plantearon de antemano su apuesta por Guinea. Querían vivir en otro lugar y de otra forma su experiencia como seglares. Ahora se han dado cuenta de que la Iglesia occidental desconoce la situación del continente africano: "La jerarquía no tiene ni idea de lo que está pasando en Africa y se tiene que dar cuenta de que no podemos seguir así".

Su reflexión va más alla cuando afirman que "la globalización tiene que empezar a verse lejos de los parámetros occidentales y macroeconómicos. Darnos cuenta del daño que les estamos haciendo a esos pueblos haciéndoles renunciar a su cultura". Mariano tiene claro que Africa no es un continente olvidado sino "dominado", en el que el sentimiento de ser africano es prioritario: "El africano ha criado un complejo de inferioridad grande con el blanco que no es real. Tiene muchísimas cualidades y sobre todo que, por encima de ser guineano o camerunés, se sienten africanos primero y luego de su país".

De la vida en España dice que echan de menos el contacto con su gente, pero que "viven bien pero sin lujos" con un sueldo mensual como profesores que al cambio no superará este curso los 180 euros. Tienen claro que será el último porque "ni somos salvadores de nada y ningún proyecto requiere que estemos más tiempo". Guinea, dicen, tiene que aprender a caminar sola.