Se conocieron hace poco más de tres años, luego se casaron y hasta hace pocos días se han ganado la vida trabajando con inmigrantes y toxicómanos. Mariano Blanco, un cacereño de 38 años, y Ore Piñero, de 32 y nacida en Villafranca de los Barros, volaron el pasado jueves durante casi 20 horas a Guinea para integrarse durante al menos un año en un proyecto educativo que las congregaciones españolas de escolapios y calasancia desarrollan en el país africano.

"Nos conocimos en Plasencia donde yo coordinaba un proyecto de cooperación en la parroquia de San Pedro. Luego nos dimos cuenta de que necesitábamos tener una experiencia en el tercer mundo. Se convirtió en nuestro nexo común como pareja", recuerda Mariano. Y la oportunidad llegó. Una oferta de trabajo como profesores en un centro de educación primaria y secundaria en la zona centro-sur de Guinea limítrofe con Gabón, además de la coordinación de un proyecto social de promoción para mujeres. "Trabajaremos en temas como educación para la salud o habilidades sociales", explica Ore, que ya tiene experiencia en Guinea de un viaje anterior.

Un lugar deprimido

Akurenam, nombre del lugar en el que vivirá este matrimonio, "es un pueblecito rodeado de muchos poblados, bastante deprimido donde no hay ni luz eléctrica ni agua", añade esta pareja que ha dejado atrás la seguridad de sus empleos y que apuesta por una experiencia nueva en la que recibirán el mismo sueldo que un profesor guineano.

En las razones para la aventura de Mariano y Ore se mezclan la vocación por ayudar a los demás y la búsqueda de un referente para aprender a ser solidarios. "No es un capricho sino la necesidad personal de vivir esa experiencia y de darle una explicación a lo que teníamos aquí", afirma Mariano, que cree que "otro mundo es posible".

Por esta razón, explica, "es fundamental encontrar un espacio auténtico de solidaridad para que luego podamos llevar adelante nuestra tarea de lo social aquí". Pero la reflexión va más allá: "Nos damos cuenta de las carencias que hay. Los proyectos se personalizan y las personas que los dirijen no se dan cuenta y se pierde el objetivo de promocionar a las personas más deprimidas. Se busca la medallita y el reconocimiento, la palmadita en la espalda. A la persona que trabaja en ese mundo le requema porque el objetivo final se pierde".

Sin embargo, Ore puntualiza que "no hay que irse a Guinea para ser más solidario" y afirma que "le cuesta más quedarse que irse. Aquí nos quedamos cortos en lo que entendemos que es compartir con la gente". Mariano concluye: "Buscamos la vacuna para que cuando volvamos esas contradicciones en lo social tomen un sentido y no te lleven al desánimo".

Pero los miedos de Ore y Mariano no están en Guinea sino en la vuelta a Cáceres: "Lo que nos podamos encontrar después de un año, las relaciones cambian. Las personas cambian y las situaciones sociales también. Asimilar, en definitiva, todo ese choque y volver a recomponer la vida". Con todo ello, ninguno cierra la puerta a quedarse en Guinea pero, de momento, ya están allí para buscar la plenitud vital a la que tienen derecho.