Los habitantes de la Villa de Cáceres se clasificaban de dos formas atendiendo al Fuero, siguiendo a Floriano Cumbreño. En primer lugar atendiendo a su personalidad jurídica relacionada con el Concejo y en segundo teniendo en cuenta su condición social o estado.

En el primer caso el grupo más importante y numeroso son los vecinos. Todo poblador «heredado», al que le concedieron bienes territoriales en pleno dominio y transmisibles por herencia, era vecino de la Villa. La cualidad de vecino se la daba la propiedad de heredad o partición, ya sea de quadriella (porciones de tierra de forma cuadrangular) o de Concejo, o bien de tierra adquirida a particioneros por compra.

Pero la condición de vecino solo se consolidaba teniendo una casa abierta en la Villa y estando inscrito en el padrón de alguna de las collaciones o parroquias.

Reuniendo todos estos requisitos el llamado vecino a fuero tenía todas las obligaciones y todos los derechos que se señalaban en el Fuero. Esta condición se perdía por delito (era redimible por perdón o por extinción de la pena) o por extrañamiento, si se desavecindaba voluntariamente, en este caso no podía ser nuevamente admitido como vecino.

Inferior a vecino estaba el morador, que no poseía bienes raíces viviendo al amparo, al servicio o como cliente de algún vecino. Estaba amparado por el Fuero pero no tenía apenas derechos, no podía tener propiedades, ni ejercer cargos, ni firmar o jurar sobre otro, etc.

Otra figura era la del aldeano, elemento rural de la población cacereña. Este no vivía en la Villa, sino en las granjas o casas de labor situadas en el campo. Este podía ser vecino pero necesitaba tener una casa en la Villa que estuviera poblada con sus hombres. Si esto se cumplía se denominaban vecinos aldeanos o aldeanos a Fuero.

En segundo lugar teniendo en cuenta su condición social, en Cáceres habitaron todas las clases sociales que existieron en los estados occidentales de la Península. El Fuero habla de hombres libres (liberi) y siervos (serui); y los libres eran nobles (nobiles) o plebeyos (ignobiles). En la alta nobleza encontramos a los potestades (potestates) o ricos hombres (rico omne, diues homo) y en la baja nobleza estaban los infanzones y los caballeros (cauallarius, mílites, equites, etc). Además en la Villa habitaban los moros y judíos, que eran bastante numerosos.

Los moros (mauri, sarraceni, moros, moriscos, etc.) ocupaban un arrabal al noroeste de la Villa (hasta hace poco «Calle de Moros»). Eran cautivos y estaban sometidos a servidumbre en casas de los señores. Se dedicaban a cultivar las huertas de la Rivera y algunos alarifes que construyeron casas tan interesantes como la conocida Casa Mudéjar y una serie de bóvedas de aristas que existen en varios edificios.

En cuanto a los judíos a finales del siglo XV se han contabilizado 130 familias judías que correspondían a unas 520 personas, de un total de unos 8.000 habitantes que debió tener la ciudad. Se dedicaban a la artesanía, al comercio y al préstamo. Ocuparon las Juderías Nueva y Vieja con una sinagoga en cada una de ellas.

En el «Repartimiento hecho a los judíos» por el Rabí Jacob Aben Núñez, en el año 1474 aparece la Aljama Judía de Cáceres como una de las cinco mejores de Castilla por el enorme tributo que pagaba a las arcas reales, un total de 8.200 maravedíes.

Había asimismo gente transeúnte o forastera (extranei o extrannos), que venían a comerciar sobre todo en época de ferias. Al haber muchos forajidos no eran bien recibidos y se les castigaba con severidad si eran sorprendidos cazando, pescando o pastando con sus rebaños en los términos de la Villa.

*Cronista oficial de Cáceres