"Antes los angelitos del retablo me hablaban y me pedían que los restaurara, porque los pobres estaban muy mal. Ahora hasta me piden un chubasquero cuando llueve". El mayordomo de la cofradía de la Soledad, Ricardo Galán Rolo, no ha perdido el humor tras largos años viendo cómo la ermita se deteriora por dentro y por fuera sin que lleguen los proyectos, ni las obras, ni las ayudas comprometidas. La ermita de la Soledad, fundada en 1470 y dedicada al culto durante seis siglos, en los que ha llegado a funcionar incluso como hospital de peregrinos, está seriamente afectada por las humedades que suben del suelo a la cubierta y bajan de la cubierta al suelo. Un rosario de desconchones, oquedades y auténticas manchas de agua cubren paramentos y techos.

Hasta el antiguo manto de la Virgen de la Alegría tiene una parte seriamente desteñida por la caída directa del agua en el interior. "Nos ha dolido tanto que ni siquiera hemos pensado en cómo arreglarlo", confiesa Ricardo Galán. Junto al largísimo manto de raso blanco y oro, un cubo a medio llenar evidencia el problema. "El resto de los ornamentos y pendones los tenemos en el convento de las Claras, aquí no aguantan. Este acabábamos de sacarlo para estudiar su restauración, y mira...", lamenta.

Mucho... pero nada

Es cierto que se han hecho intentos por reparar la ermita, pero también es cierto que nunca han fructificado mientras el deterioro avanza. En el 2001 ya se solicitó un informe técnico al ayuntamiento en el que quedaba claro el mal estado del inmueble y se aconsejaba una actuación en profundidad: cubierta, bajantes, canalones, drenaje perimetral, sustitución de todo el acabado de los muros interiores por nuevo revestimiento, tratamiento del solado, mejora del tendido eléctrico, sustitución de la puerta de acceso... La última obra de alcance que se recuerda fue la instalación de un suelo de plaquetas cerámicas hace 60 años.

En el 2002 el ayuntamiento proyectó un taller de empleo tutelado por la Universidad Popular (UP) para la restauración integral del recinto con cargo al Ministerio de Trabajo. De hecho, esta obra, junto con la ermita de San Benito, fueron elegidas como las dos reformas a ejecutar en Cáceres dentro de un amplio plan del Grupo Español de Ciudades Patrimonio, incluso la UP facilitó un arquitecto que redactó el proyecto, pero no cuajó. "Tanto el gobierno local anterior como el actual han mostrado su apoyo, pero no hay avances", lamenta el mayordomo.

Visto lo visto, la cofradía ha tenido que ponerse manos a la obra para sacar dinero de donde sea posible y abordar las reformas más necesarias. La UP restauró un arco en el 2007 y ayudó con la pintura del recinto, cofrades voluntarios han mejorado la instalación eléctrica y la propia hermandad, con sus recursos a cuentagotas, ya ha restaurado sus seis imágenes y especialmente el retablo, realizado en el siglo XVIII en madera dorada y policromada, que estaba lleno de carcoma viva, desplomado, repintado con purpurina y en parte quemado por las velas. La Junta, la empresa Urvicasa y la ayuda de los ciudadanos permitieron costear los 18.000 euros.

Pero queda mucho trabajo por delante. Un recorrido por la ermita así lo constata. El agua se filtra por la techumbre y la llamada primera sacristía "está que se cae", describe el mayordomo. En realidad tiene auténticos agujeros en la pared por donde sale el adobe casi a puñados. Cuando llueve, el agua entra directamente. Se trata de un habitáculo añadido hace unos cien años, por ello la intención es eliminarlo pero dejarlo techado a modo de porche y separado de la calle mediante una reja diáfana.

Así se conseguirán varios objetivos: dar ventilación al resto del templo, dejar el ábside al descubierto (lo oculta parcialmente por el exterior), y abrir una ventana a la segunda sacristía, que ahora tampoco tiene ventilación y rezuma humedad por doquier. Curiosamente, esta sala era hace muchos años la propia calle hasta que se construyó una vivienda contigua. Todavía hoy están visibles los contrafuertes.

Además, la cofradía pretende habilitar un aseo y conservar debidamente el suelo de tabas de la primera sacristía, construido con los huesos de los borregos que los hermanos degustaban antaño cada Domingo de Resurrección. También se proyecta la sustitución de los tres grandes escalones de entrada por cinco, ya que las personas mayores tienen serios problemas de acceso.

En el exterior la obra resulta igualmente complicada. Solo el arreglo de la cubierta y la colocación de canalones para evitar que el agua se filtre necesitan un desembolso de 36.000 euros. Pero además hay que restaurar las fachadas, con deficiencias e irregularidades (se abren huecos entre las piedras). El total de las reformas necesarias asciende a 44.000 euros.

Venta de libros, tejas...

La cofradía ha emprendido dos proyectos para obtener fondos con los que financiar las obras en la medida de lo posible. En primer lugar, ya está en la imprenta el primer libro de lujo sobre la Semana Santa cacereña, con profusión de documentación e ilustraciones, que se venderá a 35 euros. El artífice es el secretario de la cofradía, Miguel Angel García, titular de un extenso fondo gráfico y muy avezado en estos temas. La Junta, la Diputación y Cáceres 2016 han ofrecido apoyo, aunque falta conseguir un tercio de la financiación.

Además, ya ha comenzado la venta de tejas en miniatura para sufragar la cubierta, una curiosa iniciativa del mayordomo. Pueden adquirirse en la tienda Fany, situada en la calle Moret, a cambio de un donativo de 3 euros o superior.