La hermana Pilar García, misionera de acción parroquial, estuvo 16 años en Chillán, una ciudad ubicada a 400 kilómetros al sur de Santiago de Chile. "Mi vocación de ser misionera nace con el bautismo. El Señor me llamó a ser religiosa y seguirle en un camino que termina con la plenitud de la vida, que es el cielo", sostiene García. En los años 80 fundaron una misión en Chile, bajo la dictadura de Pinochet, y la hermana estuvo a punto de ser expulsada. "Yo fui con la mente abierta, el corazón lleno de amor y enviada por mi fe en Jesucristo", asegura la religiosa, quien reconoce que "los pobres me han evangelizado y dado más de lo que les pude entregar".