Hoy te ha tocado ir a la Feria con tu hijo Juan, el pequeño, que tiene diez años. Tu hijo ya está en esa edad infantil tardía en que prefiere subir a atracciones de mayores; pero no solo, quiere que tú o tu mujer le acompañéis en cada viaje. Y aquí viene una de tus zozobras. ¿Quién sube con él al pulpo, a la nube, a la montaña rusa, a todas esos aparatos que a ti te ponen los innombrables de corbata? Tu mujer se marea y dice que nones. Así que te toca a ti pasar un mal trago para que tu hijo pase uno bueno. Recuerdas cuando tenías la edad de tu hijo y te morías por subirte a los cacharros más temerarios. Hoy no soportas ni siquiera las curvas del látigo.

Te diriges a la taquilla de la noria y sacas dos vales. Doble precio para un rato bueno de tu hijo y un suplicio de tres minutos para ti. Subes a la noria y tu vagoneta queda parada a media altura. Entre la aglomeración de gente que espera en tierra, ves a tu compañero Mariano con su mujer y dos parejas más. Luego, al salir de la atracción, tu compañero Mariano te saluda y te dice que está con dos matrimonios conocidos que se han juntado para montar a los niños en los cacharros. Buena idea. Ahorran el precio de los viajes de los adultos; y sobre todo, su mal trago. El próximo día quedarás con tu cuñado Manuel, tu hermana y sus hijos, aunque tu cuñado sea un tío bastante cargante, pero prefieres aguantarle pacientemente cuatro horas que dar un viaje de cuatro minutos en la noria. También puedes quedar con tu amigo Amancio, que es muy buena gente y amigo de tu cuñado; y además, su hijo Álvaro se lleva muy bien con Juan. Lo malo es que tiene una mujer seca y distante, que te mira con cara de perdonarte la vida cada vez que hablas.

Terminas tu reflexión con el deseo de que Juan cumpla catorce años para que recorra la Feria con sus amigos. Por cierto, recuerdas que has quedado en recoger a tu hija Marta, que tiene dieciséis años, a las cuatro de la noche en la puerta de la Caseta Municipal. Tendrás que aguantar en vela viendo la tele hasta esa hora. Tú, que a las once ya sueles estar en la cama. Te entra una repentina desazón. Te dices que a ver si Marta cumple veinte años, y así va y vuelve sola a la Feria.