Un cambio en su vida le animó a dibujar corazones en sus lienzos como cuando era adolescente. El cacereño Hilario Bravo presenta hoy en la sala BelleArtes Tempus Amoris. Loving Cáceres , su nueva exposición en la que, dice, quiere expresar cómo Cáceres se enamora de la cultura. Pero, eso sí, evitando el sabor dulce y el color pastel de un San Valentín cualquiera.

--¿Por qué una exposición sobre el amor?

--Porque vivo una nueva etapa en mi vida y porque ha aparecido el color en mis pinturas (hasta ahora eran más dramáticas). ¿Por qué no pintar corazones con mi edad igual que lo hacen los adolescentes?

--¿Está enamorado?

--Digamos que he vuelto a confiar en la humanidad. Es duro decirlo, pero no siempre se está de acuerdo con el ser humano y con todo lo que éste hace.

--Pero esta exposición no tiene que ver con el amor humano...

--Sí. Trata del amor visto de una forma abstracta. En realidad tiene dos vertientes. Por un lado el amor lírico y espiritual relacionado con los poemas. Y por otro quiero expresar cómo Cáceres se enamora de la cultura. Es una manera de apoyar la candidatura de la ciudad a la capitalidad europea.

--¿Se enamoró de la cultura de Cáceres?

--Solo me permito criticar a las personas que amo y como amo a Cáceres también la critico. Es una ciudad neutra. Somos muy provincianos. Hay que salir fuera.

--¿Entonces no confía en sus posibilidades como Ciudad Europea de la Cultura?

--Sí. Cáceres es una ciudad para enamorarse y muy digna. Con el 2016 hemos despertado y nos hemos dado cuenta de que estamos a la altura de otras ciudades de este país y del resto del mundo. Ahora tenemos un trampolín en el que balancearnos y lanzarnos.

--¿Qué parte de la cultura no le deja enamorarse de esta ciudad?

--Faltan apoyos de instituciones, de bancos,... Estamos hartos de recibir en nuestra ciudad a artistas que vienen de otros sitios pero los nuestros no viajan. Falta ese aliento para creer que valemos.

--¿De dónde procede su pasión por la pintura?

--Mi cultura es vasca. Allí fui al primer colegio e hice mis primeros pinitos en el mundo del arte. En el País Vasco procuré la amistad de mitos como Eduardo Chillida u Oteiza.

--¿Recuerda su primera exposición?

--Con mucho cariño. Fue en el País Vasco y fue la primera vez que recibí mis primeras críticas.

--¿Cómo lleva ser criticado?

--Tiene siempre un tinte de rubor. Los artistas estamos medio desnudos, enseñamos siempre más de lo que debiéramos. Muestras mucho de tu alma y de tu interior.

--¿Cómo comenzó a elaborar Tempus Amoris. Loving Cáceres?

--Por un instinto. Yo estaba en una situación de calma, lujo y voluptuosidad y me apeteció jugar con el color. Después busqué el símbolo del amor: el corazón. E indagué sobre el amor en la literatura y en los mitos. Es una mezcla de todo eso.

--¿La exposición es una excusa para celebrar el Día de San Valentín?

--Sí. Aunque pretendo insuflar un soplo de frescura al tema. El reto era luchar contra los bombones de vainilla y el pasteleo que ofrecen la grandes superficies.

--El amor se acaba, ¿en su obra se acaba el amor por Cáceres?

--Sí claro, es una parte más del amor. Hay una referencia a la decepción, al amor traicionado. El amor nace y muere. Pero no vas a dejar de enamorarte porque sabes que te vas a separar, como tampoco vas a dejar de nacer porque sabes que vas a morir.