Canta el cantautor cubano Silvio Rodríguez: "Me gusta hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado" --frase que debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad--. A algunas personas se les viene encima, como una pesada losa, todo lo palpable, lo visible, lo posible, y deciden hurgar muy dentro de sí para encontrar una idea que canjear por un sueño o una utopía. Son estas personas las que ofrecen al mundo lo desconocido, lo extraño, e incluso lo incomprendido. Algunas de estas personas son artistas como Emilio González Núñez Emilio, que ahora es jardinero porque salió una mañana con su saco de arpillera lleno de hojas de árboles buscando el sueño del alquimista. Cual fue su sorpresa cuando volvió a abrir el saco y comprobó que algunas hojas se habían convertido en barro. Decidió Emilio mostrarlas a los curiosos y las pegó en la pared de una sala de exposiciones, el restos de las hojas --las que aún seguían siendo vegetales-- las tiró por el suelo. ¡Qué revuelo, Emilio, qué revuelo, las hojas por el suelo!

A Emilio le gusta vivir el prodigio de la alquimia y siempre anda el hombre jugando con la arcilla --el pan de la tierra-- para transformarla en objetos imposibles. Es un artista que dibuja con la grieta. Sus obras son superficies cargadas de barro que se abren, como la tierra en desolado tiempo de sequía. Pero Emilio ha logrado hacer de la grieta algo bello --si a la arruga le cuesta, imaginaos a la grieta--. Y es que, como a Silvio, a Emilio le gusta hablar de cosas imposibles.

En esta ocasión, Emilio ha creado un jardín mineral y desde el día uno hasta el día quince de diciembre podéis ver sus hojas de barro en la sala de exposiciones del bar restaurante El Legado de la Tapa, situado en la plaza de los Maestros, frente al restaurante Atrio, en Cáceres.