Desde 1860, fecha de inauguración del primer mercado de abastos de Cáceres y hasta bien entrado el siglo pasado, los cacereños vivían mucho de las huertas, porque la Ribera del Marco era la gran despensa de Cáceres. En ella se sembraban cebollas, ajos y patatas, y ya tenías para todo el año. Eso le ocurría a Petra, que además decidió montar un puesto en el mercado del Foro de los Balbos, donde vendía parte de la siembra. Era también Petra una gran sastra, que cosía para la Sastrería Rafael, negocio desde el que le enviaban las prendas para los correspondientes arreglos.

Ocurría lo mismo con la carne, que la familia de los Fragoso exhibía primorosa en esos puestos del mercado del Foro de los Balbos, una espectacular construcción con una escalera tipo Eiffel y una fachada de hierro y de cristal adosada a la muralla que durante años fue el centro comercial más importante que tuvo nuestra ciudad. Aquel mercado contaba con tres plantas. Abajo estaba el pescado, en la segunda se encontraban los Fragoso porque allí se vendía carne, pollería, huevos, casquería y también había comestibles. La tercera planta era la de las frutas y hortalizas y tenía entrada igualmente por los Adarves.

Los Fragoso compartían ese espacio con muchos otros comerciantes que se dedicaron en cuerpo y alma al desarrollo de sus oficios en este mercado. Puestos como el de Juan Rufo, enfrente la señora Cortés, la Petrona, Conejero, Francis (que vendía casquería), la señora Magdalena, que vendía huevos, o Manuela Maestre Antequera, que también era hortelana y que fue la que inició una saga que continuó su hija Juani y ahora sigue su nieta Gema en el mercado de la Ronda y que lleva desde los 19 años trabajando (ahora tiene 33).

Manuela es el ejemplo de que esto del feminismo tuvo a sus pioneras en Cáceres, mujeres luchadoras que trabajaban en ese mercado de abastos de la plaza Mayor, con su bandeja cargada de romanticismo, sus palmeras grandes y sus baldosas portuguesas. Las escaleras que suben a Santa María estaban como partidas en dos porque en medio había una fuentecita donde la gente acudía a beber, puesto que en aquella época no había agua corriente.

En la plaza paseaban mujeres cargadas con sus cántaros en dirección al Camino Llano y La Concepción, donde también había fuentes en las que desde muy temprano recogían el agua. Por Manuela, un referente indiscutible, y por todas las demás, las que se fueron y las que continúan, merece la pena que el gobierno de Luis Salaya siga luchando para darle al mercado de abastos la dignidad perdida que merece.