La semana pasada se entregaron los premios del Gabinete de Iniciativas Trasfronterizas en el Corral de las Cigüeñas. Entre los invitados había políticos, profesionales del urbanismo, artistas, empresarios... En el vino de honor se habló de todo, pero hubo un tema que interesó particularmente: el hotel de Atrio en San Mateo.

El Corte Inglés y este hotel son la comidilla de la ciudad feliz desde hace meses. El gran almacén va en el Ensanche, y ahí vale todo, pero en lo tocante a la parte antigua, los cacereños son de un conservacionismo dogmático: todo aquello que se aparte de la estética medieval y renacentista es anatema, barbaridad y pecado mortal. Por eso están tan mosqueados con lo que se conoce del proyecto de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla para los dueños del restaurante Atrio, Toño Pérez y José Polo.

Vidas paralelas

José y Toño y Tuñón y Mansilla parecen aquellas vidas paralelas que tan bien reflejaba Plutarco. Toño y José, nacieron en 1961, estudiaron juntos el Bachillerato, fundaron Atrio en 1986, en 1995 ya tenían el Premio Nacional de Gastronomía y hoy están entre los cinco restaurantes mejor puntuados por las guías.

Emilio Tuñón nació en 1959, estudió con Luis Moreno Mansilla en la Escuela de Arquitectura de Madrid y en 1990 abrieron su estudio, que está en la madrileña calle Ríos Rosas. Desde 2003 son profesores de la unidad docente Mansilla y Tuñón en la Escuela de Arquitectura donde estudiaron.

José y Toño editan la mejor carta de vinos del mundo, han conseguido múltiples premios, tienen el vino más caro del mundo, dos estrellas Michelín , etcétera. Mansilla y Tuñón han proyectado museos en Zamora, Cantabria, León y Castellón, centros cívicos en Ascoli, Brescia, Sabadell y San Fernando de Henares, una ciudadela en Logroño, una villa en Nanjing (China), una biblioteca en Jerez y en Cáceres, el hotel de Atrio y la sede de la fundación Helga de Alvear .

Navegando por la web de los arquitectos, se pueden ver fotografías del proyecto Helga de Alvear y de los demás proyectos del estudio. Sólo falta la foto del futuro hotel de Atrio, indicio de que el proyecto aún no es definitivo, de que aún caben matizaciones para que al llegar a San Mateo descubramos un edificio maravilloso al que poder acostumbrarnos y no nos llevemos uno de esos sustos de los que uno no se recupera jamás.

Desde que José Polo y Toño Pérez se han instalado en el Olimpo de la gastronomía, los han tentado para que dejen la ciudad feliz y se instalen en grandes capitales. Han llegado a ofrecerles llevar el restaurante Zalacaín, otrora buque insignia de la cocina madrileña. Pero ellos siempre han preferido seguir en su Cáceres.

Su cariño a la ciudad feliz los empujó a convencer a Helga de Alvear para que dejara su colección en la calle Pizarro. Y ahora, cuando podrían haber invertido en cualquier otro lugar, han preferido seguir apostando por Cáceres.

Tener un hotel Relais Ch¢teaux de cinco estrellas en la parte antigua es un hito turístico para la ciudad feliz y que una empresa local se instale con tanto poderío en un lugar tan emblemático como sin vida es fundamental. El único problema es arquitectónico: ¿Qué se va a edificar en San Mateo?

Por ahora, los cacereños saben que se pretende levantar un edificio prácticamente nuevo, que será demasiado alto, demasiado claro y demasiado sin tejado. Una especie de cubo que no acaba de encajar con los gustos conservacionistas.

La semana pasada, en el Corral de los Cigüeñas, descubrí que algunos políticos y algunos técnicos tampoco acaban de tener claros algunos puntos del proyecto, pero confían en la apertura mental de los arquitectos y creen que todo se puede arreglar dibujando y redibujando hasta compaginar el entorno y el edificio del hotel.